Tenía razón

3K 356 66
                                    

21 de mayo de 2022

Tessa

Ingresé en la habitación con brusquedad, producto del empujón de David. No sabía de dónde había salido aquel chico, pero me trataba con el mismo desprecio que una víbora venenosa. Ray me dedicó una mirada de disculpa y ambos se retiraron, cerrando los candados. Resoplé y me senté en la cama, abrazando mis rodillas. Mi cabeza iba a mil por hora.

¿Por qué mi archivo estaba vacío? ¿Acaso lo había borrado para que yo no conociera su contenido o sí existía solo que estaba fuera de mi alcance?

El sentimiento que me había invadido al salir de la Torre, no me había abandonado. Sabía que algo malo sucedería, algo terrible quizá, y no tener pistas sobre ello me frustraba. ¿Me matarían? ¿Matarían a alguno de mis amigos? La incertidumbre me aniquilaba. Tenía que estar alerta e investigar todo lo que pudiera, aun tuviera que persuadir a los guardias de dejarme salir o llamar hasta el cansancio a alguien.

Pero eso sería otro día. Ya había tenido suficientes lecciones de conducta, gracias a Alex. A pesar de las obvias razones, creía que él me quería. Quizá estuviera reprimiendo esos sentimientos para cumplir con su deber como militar, y, aunque lo entendía, me era imposible aceptarlo. Su imagen detrás del vidrio, observándome mientras me maltrataban, quedaría grabada para siempre en mi memoria. Deseé desaparecer, dejar que todo se fuera a la mierda, abandonarlos para que siguieran con su investigación con resultados ambiguos, pero mi moral no me lo permitía. Una pequeña parte de mí todavía guardaba cariño por esos chicos, tal vez por eso aún no me había suicidado o escapado. Sacudí la cabeza cuando escuché movimiento tras la puerta.

―Señorita, tiene visitas ―anunció Donovan, uno de los guardias.

Los candados se abrieron y entró Rose. Traía en sus manos otra bandeja con la cena y portaba una bonita sonrisa maternal en el rostro.

―Hola, querida.

―Hola, Rose ―saludé. Ella tomó asiento frente a mí y dejó la bandeja sobre mis rodillas. La miré y sentí que mi pecho se apretaba―. ¿No me odias, cierto?

Ella hizo una mueca y negó varias veces con la cabeza.

―Claro que no, mi niña―aseguró. Su mano acarició la mía sin ningún ápice de asco o temor―. Lo que te está sucediendo no es culpa tuya.

―¿Por qué me hizo así? ―dije, soltando la pregunta que tanto me atormentaba. Sentía que me rompería, el dolor de la traición de mi padre, el no tener respuestas..., todo me estaba consumiendo y era difícil de soportar.

―Todo pasa por algo, nena. ―Su otra mano se colocó en mi mejilla y me secó las lágrimas―. Alex está siendo injusto. No puedo justificar su comportamiento, aunque sea el comandante. Muy en su interior, sabe que no eres malvada.

―Se suponía que me amaba, Rose ―dije y sentí que había utilizado un verbo incorrecto, ya que en realidad nunca me lo había dicho o dado a entender―. Ahora todos desconfían de mí.

―No, cariño. Yo sigo viéndote como mi hija y estoy segura de que la señorita Kara sigue apreciándote igual que el primer día ―me tranquilizó.

Quería abrazarla, pero Duncan se encontraba en el umbral de la puerta y nos miraba con un deje amenazante.

―Ya tiene que irse.

Estuve a segundos de replicar, pero la mujer me interrumpió.

―Cinco minutos más, joven ―pidió. Él negó con la cabeza y ella frunció el entrecejo, se veía como una abuela o una madre realmente rabiosa, logrando que el guardia se amedrentara un poco―. Gracias.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora