Epílogo

2.6K 224 28
                                    

Dos meses después...

10 de febrero de 2023

Tessa

Sería mentira decir que me sentí sumamente bien luego de haber dormido dos meses sin parar, porque en realidad aquello resultó ser peor que la primera vez. Estar en un coma inducido por mi propia mente no se comparaba en nada con lo que había vivido durante los últimos dos meses. En esta ocasión, no había ningún espejismo de mi madre muerta ni de mis amigos pidiéndome que regresara, solo un vasto desierto blanco, en el que, por cierto, me sentía muy aburrida. Sin embargo, las visitas de mis amigos me alegraban sobremanera. Escuchaba cada una de sus palabras, aun cuando no podía responderles. Oí a Blancher informarme de que estaban haciendo lo posible para acelerar la curación de mi organismo, pero que lamentablemente no podían hacer magia. La ciencia llevaba tiempo, era una cosa de experiencia; prueba y error. La diferencia estaba en que no podían cometer errores conmigo. No obstante, los avances parecían ir en aumento y yo no perdía la esperanza de que algún día despertaría y vería el mundo limpio de Elton Blandenwell y su mierda.

Había escuchado cómo Kara me contaba lo que había hecho con él, y de cómo Andrew lo había asesinado. Quise sonreír, o gritar de victoria, cualquier cosa para demostrar lo contenta que estaba. Y en ningún momento se me pasó por la cabeza guardarle luto, no lo merecía. Así que pasé el resto de los días haciendo una lista con las cosas que haría apenas recuperara el dominio de mi cuerpo.

Claro que quedarme en la camilla no se encontraba entre esas opciones, pero fue exactamente lo que me obligaron a hacer. El regreso a la vida, como dramáticamente lo llamó Carter, fue un proceso tan exhaustivo que acabó por drenarme las pocas energías que había conseguido retener. Bastó con ponerme una buena dosis de anestesia para ponerme a dormir hasta que estuvieron seguros de que podría resistirlo.

―Signos estables. Ninguna anomalía cardiorrespiratoria, retírenle el respirador ―ordenó la voz de una mujer.

Escuché el traqueteo de una máquina, antes de que varios tubos abandonaran mi cuerpo. Pude sentir el aire volviendo a mis pulmones en enormes cantidades, sintiendo como si miles de fósforos ardieran en su interior, y, tenía que reconocer que mi esófago ardía de la misma manera. Había estado mil ochocientos cincuenta días sin ingerir ni la más mínima gota de agua.

―¿Qué...? ―fue lo primero que dije. Rowan estaba allí, mirándome como si esperara una reacción―. Hola, extraño.

―Hola, extraña ―respondió con afecto―. ¿Cómo te sientes?

―Pues estoy viva gracias a ti, no voy a quejarme.

―Hablo en serio. ¿Sientes algún dolor? ¿Te duele la cabeza, la nuca, detrás de los ojos, la espalda baja? ¿Algo?

Sabía muy bien por qué mencionaba aquellas zonas en específico, eran las mismas que habían intervenido en el hombre que se había ofrecido como voluntario para desarrollar el antídoto. Afortunadamente, no me dolía nada, solo molestaba el cuerpo por tantos días acostada. Aún me encontraba en la misma habitación, pero no había rastro de mis amigos o de Alex para recibirme.

―¿Dónde están todos? ―quise saber.

No imaginaba que me esperaran con flores, pero verlos era importante para mí. El pensamiento de que quizás estuvieran en la base preparándome una sorpresa me reconfortó.

―Antes de hacer cualquier locura, quiero hacerte una serie de pruebas para asegurarme de que puedes levantarte sin que tus órganos te traicionen. No sé si pueda reanimarte otra vez.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora