En algún sitio
13 de enero de 2022
El hombre de bata blanca se atusó el cabello hacia atrás. Podía notar sus manos sudorosas y sus piernas temblar mientras se acercaba a la cabaña. Estaba abandonada desde antes de que la guerra estallara y eso lo hacía el escondite perfecto.
Sintiendo su corazón correr desbocado, se paró frente a la puerta. Esta tenía leves rastros de moho y por las hendiduras de la madera podía ver una pequeña luz en el interior.
Ellos ya estaban allí.
Una corriente eléctrica subió desde sus pies hasta el último cabello en su cabeza. La culpa lo estaba carcomiendo, sabía que lo que hacía estaba mal, pero, si desobedecía, ellos la matarían. Y no podía permitirlo.
Abrió la puerta, la cual casi se cayó de sus goznes, y entró. Las cuatro personas giraron y posaron sus ojos anormalmente brillantes en él. Todos vestían ropas de estilo militar, adquisición que habían conseguido gracias a él. De no ser por sus ojos y sus tamaños, fácilmente podrían pasar por uno de los de su base. Pero no, era muy pronto para eso.
—C —saludó nervioso. No le permitían decir su nombre completo, aunque tampoco es que quisiera hacerlo.
—Al fin llegas —habló el aludido—. Dijiste que tenías una noticia. Espero que valga la pena. —Se acercó a los dos H. A. V. que sostenían un pequeño y femenino cuerpo—. Y no su vida —agregó con malicia.
Sus ojos azules se dirigieron a la mujer. Era pequeña, de baja estatura. Sus brazos estaban sujetos por unas cadenas que se unían detrás de su espalda, lo mismo en sus tobillos, impidiendo su movilidad. Sus ojos verdes, ahora chispeantes como los de todos ellos, rebosaban de tristeza y dolor. Le suplicaban que la soltaran y tuvo que resistir el impulso de correr a abrazarla y liberarla.
Ella ya no era su esposa. Lo había sido, sí, antes de que se convirtiera en una más. La extrañaba con locura, aún conservaba su alianza en el dedo anular, pero sabía que no significaba nada. Él todavía la amaba tanto, que haría lo que fuera para mantenerla a salvo el mayor tiempo posible.
—Estoy esperando —gruñó C, que se había acercado a él con postura amenazante—. Cuidado con lo que hagas. Cualquier acción o palabra es un paso más hacia su muerte.
El hombre tragó con fuerza y sus ojos se cristalizaron, sin embargo, se forzó a no derramar ninguna lágrima, antes de abrir la boca y soltar la noticia, dejando al experimento atónito y visiblemente interesado:
—La encontramos. Está viva.
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1. La extraña ©
Science FictionAlgunos años atrás, la sociedad funcionaba de manera relativamente normal. La gente caminaba por las calles hablando, riendo, sin otra preocupación que tener comida rica en la mesa, comprarse ropa de temporada o tratando de que los bandidos no les r...