13 de febrero de 2022
Tomó una honda respiración mientras cerraba sesión en su computadora. Se acarició el cabello cobrizo, comprobando que ya necesitaba un corte, estaba demasiado largo. Cerró el portátil y salió de su consultorio. Tenía muchas cosas en mente. Apenas había pasado tiempo en el hospital luego de que la chica lo descubriera cumpliendo las órdenes de.... Suspiró. Debía tener cuidado con sus acciones, de lo contrario, todo el plan se echaría a perder.
Bajó por el ascensor, tecleando en su teléfono. Se dirigiría a su casa y luego tendría que salir. Lo esperaban en la casucha, otra vez.
Odiaba el lío en el que se había metido.
Waylon siempre había sido un tipo cuidadoso. Se manejaba con cautela, jamás se había metido en peleas o líos importantes.
Todo había comenzado cuando aquellos engendros se habían llevado a su esposa. Él había suplicado que no lo hicieran, pero esos monstruos no estaban diseñados para sentir compasión. No, ellos acataban órdenes, las órdenes de Elton Blandenwell. Aquel experimento se había salido de control, y no había modo de frenarlo. Si hubiese intentado replicar, estaba seguro de que les hubieran volado la cabeza a él y a su esposa (o exesposa depende de cómo se viera), así que se no vio más alternativa que ofrecerse a ser su ayudante, sus ojos y sus oídos dentro de la base. Era tan retorcido e inhumano que daba repulsión, pero ya no había vuelta atrás.
Se refregó los ojos, cansado. Estaba metido hasta la garganta. Cumpliendo con una parte de ese plan, Tessa lo había visto y había mandado a dos de sus compañeros a perseguirlo y, posteriormente, a interrogarlo, pero él había logrado escapar. Ahora era sospechoso de vete a saber qué situación habían armado los militares, sin embargo, estaba seguro de que no era nada que no pudiera arreglar. La cuestión era que había puesto en peligro el plan y no estaba listo para las consecuencias.
Soltó un bufido al ver la hora en su reloj de muñeca. Sí, definitivamente no estaba listo.
Se quitó la bata blanca y se puso un polo negro y unos jeans del mismo color. Agarró la tableta que estaba debajo de su colchón, esa que usaba para abrir la puerta trasera y lateral del muro. Eran comunes para todo el mundo, menos para él, que había investigado los planos de la base para llevar a cabo sus intenciones.
Programó la apertura, se abrigó bien y salió. Caminó por el borde de la pared, ese que no era vigilado, ya que para todo el mundo estaba sellado, y aguardó a que se abriera el pequeño rectángulo de metal de más o menos siete metros de altura.
Hizo el recorrido hasta la casona. Una vez frente a ella, tomó aire y abrió la casi inexistente puerta. En el interior, como siempre, estaban C y sus soldados, junto con su dulce y maltratada mujer. Sin embargo, esta vez era diferente. Sentado en una esquina con los brazos cruzados sobre el pecho, se encontraba Elton Blandenwell y no se veía feliz.
―Buenas noches, Waylon.
El aludido tragó con fuerza y carraspeó, intentando encontrar la voz. Jamás había visto a Elton Blandenwell en persona. Sus ojos celestes refulgían con indiferencia, aunque detrás de ella hubiese miles de sentimientos que se negaba a exteriorizar. La chispa de amor y felicidad que había sentido antes de todo ese desastre había desaparecido.
―Buenas noches ―saludó formalmente.
Quien se hacía llamar C, profirió un grotesco gruñido animal mientras se paraba recto. Era muy alto, mucho más que Elton. Sus ojos rasgados lo escrutaban, lo evaluaban, como esperando que hiciera cualquier movimiento en falso.
―¿Traes noticias de mi hija? ―preguntó Elton.
Waylon aferró la tableta contra su pecho y se balanceó sobre sus pies, mientras alternaba la mirada entre la chica sujeta con las cadenas y los dos hombres.
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1. La extraña ©
Science FictionAlgunos años atrás, la sociedad funcionaba de manera relativamente normal. La gente caminaba por las calles hablando, riendo, sin otra preocupación que tener comida rica en la mesa, comprarse ropa de temporada o tratando de que los bandidos no les r...