Dudas

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24 de febrero de 2022

Tessa

Salimos de las ruinas y caminamos de regreso a los vehículos. Un grupo de médicos forenses se aproximaban a la escena, con muchas de esas horribles bolsas negras, mientras un equipo de militarse se aseguraba de tomar las declaraciones de la gente, tanto de los sobrevivientes como de quienes habían presenciado todo. Estaban alterados, como yo, y no sabían lo que había pasado.

Necesitaba salir de allí tan pronto como pudiera. Me estaba asfixiando y posiblemente tuviera un ataque de nervios.

Una vez dentro de la camioneta, me di cuenta de que estaba hiperventilando.

―¿Tessa? ―me llamaba Tania, pero no la escuchaba. Mis sentidos estaban aletargados y solo me preocupaba llenar mis pulmones de aire―. ¡Está teniendo un ataque de pánico!

Su mano se posó en mi hombro, pero la sacudí con violencia. No quería que nadie me tocara, eso me alteraría más. Ya había tenido este tipo de arrebatos antes cuando murió mi madre, cuando presencié la muerte de Jacqueline, cuando pensé que moriría...

Sentí que todo se potenciaba y me desplomé. Veía todo blanco, no podía distinguir nada.

Entonces, hice lo que siempre había hecho: dejarme llevar por la oscuridad.

Escuché un sonido constante e irritante. Mi olfato despertó primero y percibí el inconfundible aroma del hospital. Gruñí por lo bajo cuando sentí una puntada en mi sien derecha. Recordaba que me había caído de la camioneta militar y estaba segura de que había resultado en un feo golpe. Sin embargo, no parecía nada grave. La verdadera incógnita era: ¿quién me había llevado hasta allí?

―¿Está despierta? ―oí que decía la voz de mi mejor amiga.

Sentí una mano rodear la mía que descansaba en la camilla de hospital.

―No lo sé ―respondió a quien reconocí como Carter. Me sorprendió que no estuviera preguntando si estaba muerta. Sonaba realmente turbado―. ¿Tess?

Me removí, parpadeando con rapidez. Las luces estaban encendidas y me lastimaban las retinas. Llevé una mano a mi frente y sentí la rugosidad de una gasa y como la humedad resbalaba por ella: sangre. Supuse que no había pasado mucho desde el accidente.

―¿Dónde estoy?

Kara me apretó la mano.

―Estás en la Sala de Emergencias 3. Tuviste un ataque de pánico.

Me ayudaron a incorporarme en la camilla. Todas mis extremidades se quejaron por lo pesadas que estaban, pero no me detuve. Me arranqué la tela de la frente y la dejé a un lado. Me senté, puse mis botas de combate en el brillante suelo blanco y me levanté. Instantáneamente, mi visión se nubló y me tambaleé, pero pronto logré estabilizarme, agarrándome del hombro de mi amigo.

―¿Qué haces? —me recriminó Kara tomándome por los brazos―. Vuelve a la cama, tómate tu tiempo.

―No, necesito salir de aquí ―dije, y, por si no me había entendido, añadí―. Me urge irme de este lugar.

Ella me observó como si estuviera loca, asintió y me rodeó la cintura con un brazo, mientras Carter hacía lo mismo por el otro lado.

Nada más abrir la puerta, dos enfermeras nos abordaron y nos impidieron el paso. En el pasillo había dos soldados mujeres que reconocí como Tania y Helena, quienes corrieron a mi encuentro bombardeándome con preguntas.

―Estoy bien ―las tranquilicé. Juntando todas mis fuerzas, me liberé de mis amigos y caminé por mi cuenta. Todo mi mundo estaba fuera de balance, pero me esforcé en no demostrárselo a nadie―. Quiero irme a mi habitación, darme una ducha caliente y olvidar por un rato todo lo sucedido.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora