Tienes algo que contar

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15 de octubre de 2022

Kara

Amanecer sin mi mejor amiga a mi lado era abrumador. Extrañaba hasta sus largas duchas que, por lo general, no dejaban agua suficiente. Habían pasado dos semanas desde la última vez que la había visto. No tenía idea de si estaba bien, de si seguía viva... Muy en mi interior sabía que lo estaba. Tessa era fuerte; era la mujer más valiente y decidida que había conocido en mi vida. Ella podía con todo y más.

Eso quería creer. Cada noche al cerrar los ojos y cada mañana al despertar, me aferraba con fuerza a ese pensamiento. Pensaba en ella durante todas las comidas, todos los entrenamientos de los que me había hecho cargo y todas las veces que mis amigos hablaban de Tess como si estuviera muerta. En infinidad de ocasiones había sentido el impulso de decir que estaba bien, que estaba de nuestro lado y que estaba arriesgando su vida de formas inimaginables. Sin embargo, no lo hacía, por el bien de la misión.

Carter había comenzado a notar mis cambios de humor. Algunos días actuaba radiante como el sol y otros era una tormenta andante. Lo veía caminar afligido cuando no encontraba los medios para animarme; y se terminaba alejando. Estaba perdiendo a mi novio por miedo, por temor a que descubriera la verdad y que me odiara, que se volviera en mi contra y en la de Tess. Sabía que no sería capaz, pero no podía romper la promesa que le había hecho a mi amiga. Ella solo me había confiado su secreto a mí. Entonces, ¿qué debía hacer?

Sin dudas, era una cobarde. No era capaz de reunir las fuerzas necesarias para confesar mi secreto y, por ello, estaba dejando escapar a una de las personas más importantes de mi vida.

Desde hacía una semana, Carter se había negado a pasar la noche conmigo. Cada vez que nos abrazábamos y creía que estaba dormido, lloraba en silencio. Incluso, una noche decidí dormir en la cama de Tess y le pedí que me dejara sola. A partir de ese momento, no volvió a entrar en mi habitación.

Estaba destruyéndonos y no tenía idea de cómo impedirlo.

Aquella mañana, mientras ataba los cordones de mis botas de combate, recibí un mensaje suyo que abrí sorprendida. Carter era una persona que solía mandar audios, ya que creía que escribir era una pérdida de tiempo.

Tenemos que hablar. Gimnasio. Ahora.

La sequedad de su mensaje me dolió y mi cabeza empezó a imaginar cientos de posibles escenarios en los que me dejaba y yo volvía a hundirme en la miseria; solo que en esa ocasión sería por mi culpa y no la de Andrew.

Con el corazón en un puño, me recogí el pelo en una coleta alta y salí de mi habitación. Bajando por el ascensor, comencé a morderme las uñas con nerviosismo, para luego morderme el labio inferior hasta que pareció una enorme y jugosa fresa. Carter siempre me regañaba cuando lo hacía, pero al verme, en esta ocasión, no hizo ningún comentario.

―Aquí estoy ―dije con timidez.

Apreté los puños cuando lo vi asentir con lentitud y subir al cuadrilátero, en donde caminó como gato enjaulado, antes de dirigirme una mirada.

Me apresuré a seguirlo y pronto estuvimos enfrentados.

A lo largo de los últimos días, como era habitual, habíamos peleado durante los entrenamientos. Él era un excelente soldado con habilidades físicas impresionantes, no solo de las implícitamente personales. A pesar de la seriedad del ejercicio, él siempre se mostraba con una sonrisa, enérgico y dispuesto. Sin embargo, en ese momento no veía más que un chico desesperado y triste.

―No pelearé contigo ―sentencié, y él asintió ―. Hablo en serio, no quiero pelear.

―No te traje aquí para que lucharas. —Su voz se escuchó fuerte y clara; gruesa, como tanto me encantaba, pero sofocada.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora