Interrupción

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23 de mayo de 2022

Tessa

Frente a mí se encontraban dos H. A. V. masculinos, vestidos con el uniforme militar del refugio. Podía ver la etiqueta bordada en el lado izquierdo del pecho. Sus ojos centellearon al verme y me dedicaron una sonrisa felina que demostraba los animales despiadados que eran.

Solo tenía una certeza, estaban ahí para matarme.

Eché un vistazo detrás de ellos. Duncan se encontraba tendido en el piso, desangrándose producto de la herida abierta de su estómago y su pecho. Sus ojos, abiertos como platos, enfocaban el techo sin ver. La vida lo había abandonado, dejando atrás el cascarón de lo que alguna vez había sido. Aparté la vista del desgraciado guardia y la enfoqué en Donovan, quien se hallaba un metro más allá, con la espalda apoyada en la pared y la cabeza inclinada sobre su hombro. Su mano derecha descansaba sobre su cadera, de donde manaba un río de sangre. Estaba segura de que moriría en cualquier momento, si no reunía las fuerzas necesarias para escapar.

Sentí pena por él, aunque solo fuera un poco, ya que, a pesar de que había sido un grandísimo imbécil conmigo, no dejaba de ser un humano.

Dejé de observar los cadáveres y fijé mi vista en los monstruos.

―Pero bueno, miren a quién tenemos aquí ―dijo el rubio. Sus ojos color verde musgo brillaban con la venganza latente. Deseaba arrancarme el corazón y pisotearlo hasta dejarlo como una pegatina. Lo veía, casi podía sentirlo, y por eso no me dejé amedrentar. Había vencido a miles de alterados y ellos no serían la excepción. Aquel no sería el día de mi muerte.

El otro, que llevaba un tatuaje en el cuello, se abalanzó sobre mí. Fui más rápida y empleé toda mi fuerza para mandarlo a la otra punta de la habitación. La mesa de la cocina se rompió y la heladera se cayó pesadamente sobre él. Genial, una pequeña distracción. El rubio soltó un gruñido bestial y estiró los brazos, curvando los dedos en garras. Definitivamente, ese maldito tenía las uñas largas. Rasgó mi camiseta negra, dejando mis pechos peligrosamente al aire. Eso pareció detenerlo por un breve instante y aproveché para trepármele. Mis piernas ejercieron presión en su torso y él jadeó, adolorido. Se arrastró hacia atrás, haciendo que golpeara la pared. Rugí enfurecida y rápidamente mi mano fue hasta su garganta. Forcejeé hacia los lados, hasta que mis dedos se hundieron en su tráquea y no me fue problema extirparla. La sangre salpicó el suelo y el cuerpo cayó sin vida, abierto desde la mandíbula hasta el comienzo del abdomen. Su compañero, quien ya se había quitado la heladera de encima, me miraba colérico. Los orificios de su nariz se abrían y se cerraban, sumado a sus ojos enrojecidos, lo hacían asemejarse un toro encabritado; un toro que no tardaría en embestirme.

Y eso fue lo que hizo.

Soltando un gruñido digno de un tigre, llegó hasta mí en dos zancadas. Agarré su brazo por el codo y, con un movimiento rápido de muñeca, se lo rompí. Intentó hacerme una zancadilla, pero lo esquivé, logrando que se abriera completamente de piernas —como yo alguna vez había hecho en gimnasia artística—, y descargué todas mis fuerzas sobre sus hombros, rompiéndolos en el proceso. Pisé con fuerza su muslo, desgarrando los tendones y haciendo que su torso se inclinara hacia adelante. Aproveché la oportunidad y con la pierna libre le di un enorme y vigoroso saludo en el rostro. Sentí su nariz resquebrajarse y sus dientes partiéndose contra mi pie.

Decidí que tenía que acabar con él de una buena vez, así que me coloqué detrás y lo desnuqué, para, posteriormente, hundir mis dedos en su cabeza, arrancándole de cuajo el cuero cabelludo y la parte de la nuca. Ahora sí que no se curaría.

Me deshice de los cuerpos tirándolos por la ventana, como medida de seguridad. Pasé por la puerta y tomé el comunicador del inerte Donovan. De este provenía un sonido pululante, que yo sabía que no era otra cosa que gritos. Los distinguí cuando una voz, que identifiqué como la de Carter, exclamó una orden. Se oían disparos y supe enseguida que no lograrían enfrentarse a ellos solos, mucho menos si eran una horda.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora