Entrenamiento nocturno

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20:00 hs.

Oregón

12 de enero de 2022

Tessa

Salimos del campo en grupo. Carter jugaba con mi coleta, distraído —vaya una a saber lo que estaba pasando por su mente—, mientras Kara, Alex y Stephanie caminaban delante, liderando la comitiva. No tenía idea de adónde nos dirigíamos. Cuando le pregunté a Carter no me escuchó y me daba vergüenza preguntarle a alguien más, por lo que me limité a seguirlos sin más.

Un par de minutos más tarde, nos detuvimos frente a una cabaña grande de paredes hechas con troncos. El techo era de chapa verde y poseía ventanas cuadradas a los lados. Alex nos abrió la puerta de madera y, al instante, un exquisito aroma llegó a mis fosas nasales. Tan pronto como dejé de fantasear con la comida, observé el interior del lugar, en donde había cuatro mesas alargadas de una madera clara con asientos sin respaldo. Sin pensarlo mucho, me senté en un extremo, mientras Carter se acomodaba a mi lado y Kara lo hacía frente a mí, junto a un Andrew desganado. Llevaba el cabello rubio oscuro revuelto y había ojeras bajo sus ojos.

—¿Qué demonios te pasó? —preguntó Kara, con un atisbo de sonrisa bailando en la comisura de sus labios.

—No dormí bien. Stephanie me regañó por no haber llegado al entrenamiento —refunfuñó, jugueteando con los cubiertos—. Ahora tendré que estar a cargo del entrenamiento nocturno.

—¿Entrenamiento nocturno?

¿Acaso descansaban alguna vez? Los ojos azules de Andrew se enfocaron en mí con desdén. Aún no me había perdonado del todo.

—Sí. Es opcional. Sirve por si quieres obtener más oportunidades para entrar al equipo.

«Como una materia extracurricular en el instituto», pensé.

Pasados unos segundos, nos llegaron unos platos hondos de Telgopor que contenía un guiso de muerte y que me hizo babear en cuanto lo olí. Ataqué los fideos con fruición. Hasta ese momento, no me había percatado de lo mucho que había necesitado comer. Carter me imitó. Un hilo de salsa le caía por la barbilla y me reí, haciéndolo fruncir el ceño; sin embargo, apretó los labios, como aguantando la risa.

—Me iré a acostar —anunció Andrew, al término de su segundo plato. Kara lo miró, extrañada. ¿Sus ojos acababan de empañarse? —. Lo siento, cariño, estoy demasiado cansado. Tengo que estar bien despierto en la noche.

Ella asintió con la cabeza y lo observó marcharse. Cuando Andrew cruzó la puerta, mi amiga soltó un suspiro. La observé, imaginando todo tipo de escenarios.

—Kara... —comencé a decir. Ella negó y sorbió su nariz. Sentí que Carter se tensaba a mi lado. Dios, ¿por qué sentía que había un lío amoroso? —. ¿Quieres mi postre? Estoy demasiado llena.

Me sonrió y aceptó el flan. Supuse que podríamos hablar de eso luego, cuando estuviéramos en la habitación. Carter se levantó de su asiento, disculpándose para ir al excusado, y le apretó el hombro a Kara, como si fuera un abrazo silencioso, antes de salir.

—¿Quieres hablar? —pregunté, acercándome—. Entiendo si no quieres, nos conocemos poco y no querrás contarme toda tu vida de repente, pero creo que... —Otra vez la maldita diarrea verbal. ¿Por qué tenía que tener ese defecto? Me mordí el labio inferior. Sin embargo, me alegró ver que mi amiga soltaba una risita—. Lo que intento decir es que... no pasa nada si no quieres hacerlo.

—Gracias, Tess —dijo con una sonrisa, tras lo cual esperamos la orden de Alex para levantarnos y salir del establecimiento.

Fuera, el viento había disminuido y el cielo comenzaba a despejarse para darle paso al sol. Caminamos en grupo hasta las habitaciones, mientras Kara, en silencio, me tomaba del brazo. Carter no había aparecido. ¿Tan lejos estaba el baño? Me obligué a calmarme y continué mi camino.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora