12 de marzo de 2022
Tessa
Me permití dormir un poco y, cuando vi la hora, se me hacía tarde. Mis hombros se tensaron mientras me ponía la chaqueta. Tenía unas ganas tremendas de quedarme en la cama, pero me esperaban unas duras horas por delante.
Afuera, parecía haber refrescado más. Subí la cremallera hasta arriba y me dispuse a trotar, entrando de nuevo en calor, a pesar del frío. Hice una carrerilla hasta llegar a la tranquera del Campo 8, en donde Rinha estaba acabando su examen; de hecho, parecía que lo estaba haciendo bien, lo cual era sorprendente. Disparó la flecha y esta se clavó en el abdomen del muñeco. Noté que estaba vendado con una especie de cinta que estaba más agujereada que un colador.
Rinha soltó un bufido de alegría cuando terminó y se encaminó a recoger las flechas mientras los militares anotaban. No veía las caras de los chicos, puesto que eran alrededor de diez, pero distinguí perfectamente la figura esbelta de Alex. Mi respiración se atoró en mi garganta y un deseo gigante de hacerlo excelente se instaló en mi pecho. Quería impresionarlo, y lo haría. Sacaría la mejor nota de la historia.
Vi como Rinha se acercaba a mí, balanceando las caderas y regalándome una de sus sonrisas engreídas.
―Hazlo mejor.
Alex volteó al instante y me sonrió seductor. Mordí mi labio inferior para darle a entender que había entendido su gesto. No estaba tan mal coquetear, siempre y cuando no me dejara llevar. Kara también se encontraba allí, al igual que Stephanie. Ambas me miraron animadas. Era extraño verlas juntas sin soltarse alguna palabrota.
―Señorita Blandenwell, bienvenida a su prueba de arquería ―me dijo un hombre cuya placa decía Jones―. Tendrá veinte minutos para disparar a blancos móviles e inmóviles. Siéntase libre de usar la totalidad del campo.
«Buena suerte», leí en los labios de mi amiga. Tomé uno de los arcos que se encontraba enganchado de la pared de metal; era simple y se parecía al mío. El mango era de mimbre reforzado y el lomo era de un bonito tono oscuro. Examiné la cuerda, estirándola y apuntando a la nada. Asentí cuando comprobé que estaba lo suficientemente tensa. Tomé una aljaba, me la colgué y caminé hasta el centro de la cancha.
―Comenzaremos con los blancos móviles ―dijo Alex, tras lo cual tecleó en la pantalla de la tableta y un pitido apenas imperceptible llenó el ambiente.
Agarré una flecha de mi espalda y la preparé. Todo mi cuerpo estaba en tensión, alerta, y mis sentidos se agudizaron. Un silbido se oyó a mis espaldas, giré y disparé la flecha a una simulación de H. A. V. que se aproximaba a mí. Otro se acercó por mi costado. A la velocidad del rayo, saqué otra flecha, la cual se clavó en el centro de sus ojos. Escuché un gruñido gutural a mi diagonal y salté hacia atrás para esquivar un zarpazo. No sabía lo que causaría al contacto de la piel, dado que no eran algo real, pero era mejor prevenir. Mi flecha se clavó en su pierna y luego otra en su cabeza. Atisbé a dos que se acercaban por los costados. No sería lo suficientemente rápida para atacarlos, así que, juntando toda la fuerza que pude, me tiré hacia atrás. Pedazos de holograma se desprendieron de ellos al chocar. Me dio tiempo para tomar una flecha tras otra y acabarlos.
Llegó el momento más difícil. Había tres mujeres rodeándome. Una de ellas abría y cerraba las manos en garras y me gruñía; la del centro parecía lista para brincarme sobre la yugular y la última tenía la misma expresión asesina. La primera saltó sobre mí. Fue alto y lo vi todo en cámara lenta mientras tomaba una flecha, tensaba el arco con rapidez y soltaba, atravesándole el estómago y haciéndola caer. Saqué dos flechas más, sin darles tiempo para atacarme. Fueron segundos en los que efectué tres tiros perfectos, que acabaron con ellas.
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1. La extraña ©
Science FictionAlgunos años atrás, la sociedad funcionaba de manera relativamente normal. La gente caminaba por las calles hablando, riendo, sin otra preocupación que tener comida rica en la mesa, comprarse ropa de temporada o tratando de que los bandidos no les r...