Cumpleaños ¿feliz?

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Cumpleaños de Tessa número 22.

Refugio de Oregón.

17 de abril de 2022

Tessa

Estaba sentada en la bañera, con el agua caliente golpeando mi espalda en un tranquilizante masaje. Me sentía tranquila, aunque los recuerdos me atormentaran y las lágrimas amenazaran con abandonarme.

Llevaba así unos quince minutos. No me había lavado todavía, me mantenía bajo el chorro, pensativa. ¿Por qué? Todos creen que celebrar tu cumpleaños es genial, estás rodeado de amigos y familia. Pero, en tiempos de guerra, eso es imposible.

Ese día era mi cumpleaños número veintidós y nadie en la base lo sabía.

Unos toques en la puerta me sacaron de mis cavilaciones.

―¿Tess? ¿Está todo bien?

Sorbí por la nariz y me levanté, tomando el shampoo y echándolo todo sobre mi cabeza para empezar a masajear.

―Todo en orden ―respondí.

Escuché sus pasos alejarse y acabé de asearme. Cerré la llave de la regadera y salí envuelta en la toalla. Pasé mi mano por el espejo empañado, solo para asegurarme de que no se notaba mi rostro demacrado. Sí, lo peor de todo era eso. La hinchazón de mis ojos era completamente visible y podía imaginarme el interrogatorio al que me sometería mi amiga.

Me sequé con rapidez y me puse los pantalones de chándal negros con la camiseta blanca, sin preocuparme por la chaqueta, ya que, afortunadamente, hacía calor. Cepillé mi cabello y junté las hebras en una tirante y alta coleta, para luego procurar que mis ojos tuvieran una apariencia natural, antes de salir.

Kara estaba en la cocina, preparando el desayuno, como lo hacía usualmente. Carter me saludó chocando los puños y Alex besó mi coronilla con cariño.

―Buenos días, preciosa ―susurró en mi oreja, enviando escalofríos dulces a todo mi organismo. Hacía un mes habíamos comenzado a salir oficialmente. De solo pensar lo que habíamos hecho desde entonces, se me ponía la piel de gallina.

―Escenas turbias frente a mí no, por favor ―masculló mi amiga, batiendo el café.

No entendía de qué se quejaba, cuando ella era la primera en hacerlo frente a nosotros.

Desde su demostración afectiva el día de las pruebas, todos en la base sabían que era oficialmente suya. Las chicas, en especial Tori y sus amigas raras, me miraban como si fuera una sanguijuela, mientras que los varones hablaban bastante conmigo. Agradecía que Alex no fuera celoso, al menos, claro, que le dieran motivos reales. Sería demasiado raro que me apartara de toda la población masculina.

―Carter, pásame el azúcar ―pedí. Mi amigo respondió a mi solicitud, pero en el último minuto me arrebató el azucarero y le puso unas cuantas cucharadas a su café―. Niñato.

―Cállate, vejestorio ―me devolvió. Abrí la boca, indignada―. Ya, era chiste.

―Más te vale.

Kara soltó una carcajada y besó tiernamente sus labios. Aparté la vista, sintiéndome incómoda. Pronto, Alex hizo lo mismo y sentí que flotaba. Okey, no podía culpar a mi amiga.

Desayunamos en silencio mientras Alex nos explicaba con calma las dinámicas del día. Nos comunicó que tendríamos que verificar las acusaciones hacia Waylon (sí, por fin me había prestado atención), y las declaraciones de los sobrevivientes. Luego de eso, nos reuniríamos en la Torre de Control, donde conocería al tal Max, antes de dirigirnos a un entrenamiento nocturno especial.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora