Temor

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7 de noviembre de 2022

Alex

¿En algún punto de sus vidas han sentido que el universo se les desmoronaba encima? ¿Que las piernas les fallaban y el corazón caía en espiral? Eso era lo que sentí en ese momento, cuando la vi entrar por la puerta, liderando una comitiva de H. A. V. agresivos, listos para lanzarse sobre nosotros y desgarrarnos la carne. No podía entrever ninguna emoción en su rostro, y desapareció en cuanto la batalla comenzó.

Cuando aquella mañana Kara y Carter entraron en mi despacho diciendo que Tess iba a volver, las venas de mi cuello se hincharon, producto de los miles de sentimientos que me avasallaron: ansiedad, amor, terror, traición, entre otros. Por un momento creí que me estaban jugando una broma de mal gusto para distraerme de mis asuntos, pero Carter no era de ese tipo de persona. De hecho, era tan sincero que le costaba mentir. Con este pensamiento, me forcé a escucharlos, enterándome del plan que habían ideado.

Tessa se había marchado con un propósito e iba a cumplirlo a como diera lugar, hasta les había dado instrucciones. Estaba impresionado, me costaba creerlo. Aun así, acepté su petición y movilicé los equipos como ellos me indicaron.

No fue hasta que nuestros ojos se encontraron que me quedé estático. La vi lanzando flechas hacia los de su especie, pero nuevamente la perdí de vista, antes de que reapareciera detrás de un hombre mucho más alto y musculoso que yo.

«Todo este tiempo pensando lo peor, cuando, en realidad, era todo lo contrario», pensé, observándola con el corazón en un puño. Sin embargo, Tess era un hueso duro de roer. Recordaba la vez que había peleado contra Rinha, tras lo cual se había presentado al entrenamiento de arquería, a pesar del estado en el que se encontraba; así como las veces que había intentado redimirme, cuando me pesaba el corazón por todos los errores que había cometido, y, aunque lo veía en sus ojos, no me había perdonado con facilidad.

El H. A. V. la alzó en el aire y la lanzó al suelo con una fuerza abismal, quedando completamente inmóvil. No sabía si estaba muerta o si aún respiraba, la desesperación me engulló por completo y el panorama se apagó por un segundo, antes de que el alivio me recorriera de pies a cabeza, cuando la vi incorporarse.

Noté que los experimentos se agarraban la cabeza al unísono para después analizar su entorno. Lucían confundidos y, hasta cierto punto, arrepentidos, incluso podía ver como se alejaban del desastre, asqueados. La confesión del H. A. V. y la explicación de Kara cobraron sentido en ese momento.

Vi el instante en el que el malnacido se escudaba tras un compañero, a quien reconocí como el ex prisionero, y ella hundía la hoja en el lugar donde debía estar su corazón. Estaba de espaldas a mí, pero percibí la debilidad. Según lo que me habían contado, él era su informante y le estaba ayudando a mantener en pie su mentira. «Tal vez se hicieron amigos», pensé, odiando que tuviera que vivir una nueva pérdida.

Tenía su daga preparada, pero, cuando por fin estaban por acabarse mutuamente, una luz extraña la rodeó. Podría haber pensado que era un reflejo del sol si no fuera por la onda expansiva creció entre ambos y los separó, como si hubiera exteriorizado una gran porción de energía. Un vago indicio de reconocimiento se coló por mi memoria. Lo había sentido y visto cuando un exmilitar la había apuñalado. Era como un halo que la rodeaba, un aura que se extendía hasta sus ojos, y era inexplicablemente hermoso y raro. Si la había salvado, entonces debía de ser bueno, ¿no?

Pero ella no se incorporó esta vez. No abrió sus ojos color miel, y su pecho no se estaba moviendo al ritmo de su respiración. Estaba allí, tendida en el suelo, con la piel y el cabello sucios.

―No... ―se me por lo bajo.

A unos metros de mí, Kara cayó al suelo, llorando desconsoladamente.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora