17 de abril de 2022
Tessa
El camino de regreso a la base fue inconcluso, un río de imágenes inconexas. Un momento estábamos corriendo por el bosque para regresar a los coches y al siguiente estábamos entrando como máquinas a la armería. Me equipé con lo esencial y seguí al pelotón hasta una camioneta, más grande que todas las otras.
―¡Presten atención! ¡Revisen el perímetro! ―ordenó a gritos Alex―. ¡Kara, Carter, Tessa, conmigo!
Nos apresuramos a seguirle el paso mientras atravesábamos las puertas vidriadas, como almas que lleva el diablo. Había enfermeros y doctores deambulando por los pasillos, sacando a los pacientes más graves de las salas y llevándolos a un área más segura. Por el rabillo del ojo, vi como tapaban a una mujer con una sábana blanca. ¿Qué diantres estaba sucediendo?
―Vayan a las habitaciones, busquen cualquier evidencia; algo, lo que sea ―pidió Alex.
Nos dividimos. Entré en un cuarto donde había un hombre recién fallecido, los pitidos en la máquina lo delataban. La desconecté mientras lo miraba con profunda pena. Tenía los ojos abiertos y llenos de lágrimas, las mismas que se habían desbordado hasta caer sobre sus afilados pómulos.
Rodeé la camilla y me agaché, buscando lo que fuera. Nada. Solo estaba el pulcro suelo blanco y el conocido olor a...
Un momento. El aroma a antiséptico no estaba. Se había desvanecido, no solo en las habitaciones, sino que en todo el recinto.
Mis músculos se tensaron por la anticipación. ¿Cómo era eso posible? ¿Acaso había alguien que estaba matando a personas inocentes? Mi mente rápidamente dibujó el rostro del único sospechoso, pero dudé. ¿Sería capaz de rebajarse a hacer algo como aquello? La respuesta apareció tan clara como el agua. Sí, claro que lo haría. La verdadera incógnita era el por qué.
Me acerqué a los tubos que salían de la piel magullada del hombre. Le habían estado suministrando insulina, por lo que deduje que debía de haber tenido una recaída diabética. Sin embargo, el frasco de ésta estaba vacío y había un líquido desconocido fluyendo por la manguera. Lo quité del soporte y lo examiné. Era transparente, aunque había un extraño tinte azulado en el fondo del recipiente. Estuve a punto de olerlo, pero me retracté. Si podía matar con inyectarse en la sangre, debía evitar a toda costa que entrara en mi sistema.
―¿Tess? ―La voz gutural de mi novio me hizo salir de mis pensamientos―. ¿Qué encontraste?
Le enseñé mi descubrimiento. Intentó agarrarlo, pero lo frené. Primero teníamos que taparlo, desconocíamos sus efectos. Le expliqué detalladamente lo que había hallado mientras ingresábamos a otra habitación. Kara recién salía de revisar el baño y se dirigía a la camilla.
―¡No te acerques ahí!
Ella se apartó de la máquina que se conectaba al paciente inerte y me miró, confusa.
Le di un leve empujoncito y comprobé el soporte donde iban lo líquidos. Tenía la misma tonalidad azul que el frasco que sostenía. Como decía el policía en una serie: «dos son coincidencia, tres son un patrón». Necesitaba verificar si sucedía lo mismo con un tercer y un cuarto residente.
Me interné en las habitaciones contiguas. El resultado era el mismo. Ninguna pista, solo la poción mortal que paraba sus corazones.
―¿Qué está pasando? ¿Por qué no puedo verlo? ―me dije a mí misma.
La mujer que yacía lánguida en la camilla había muerto hacía unos minutos. Sus pupilas estaban dilatadas y su piel pálida y aún tibia. Con mi mano bajé sus párpados, orando interiormente por la desgracia por la que había tenido que pasar. Un carraspeo me sacó de mis pensamientos.
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1. La extraña ©
Science FictionAlgunos años atrás, la sociedad funcionaba de manera relativamente normal. La gente caminaba por las calles hablando, riendo, sin otra preocupación que tener comida rica en la mesa, comprarse ropa de temporada o tratando de que los bandidos no les r...