La llegada de los supervivientes

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11 de enero de 2022

Tessa

Me rehusaba a bajar mi arco. No dudaría en disparar esa flecha en caso de ser necesario. Cada músculo de mi cuerpo estaba en tensión. Mis instintos me decían que no podía confiar en ellos aún. Y ese hombre, alto y de ojos cafés, lo sabía. Se había puesto delante de la chica a la que había disparado, apuntándome con su metralleta.

—Baja el arco —ordenó, haciendo que lo tensara más, acomodando mis dedos en su cuerpo de madera.

Lo miré fijamente y di dos pasos al frente.

—¿Quiénes son ustedes? —espeté, desconfiada. Estaban cerca de mi hogar, prácticamente sobre él, pero era la única forma que había encontrado de acorralarlos—. No lo bajaré hasta que todos bajen sus armas y me digan quienes son.

Vi que la indecisión surcaba su rostro, pero, aun así, acabó obedeciendo. Hizo una seña con la cabeza y el resto lo imitó, aunque a regañadientes. Entonces, fue mi turno de destensar mi arco, sin embargo, dejé la flecha preparada por si acaso.

—Somos militares, venimos del refugio de Oregón —respondió el más alto, por no decir el más apuesto. Maldita sea, sí que estaba bueno ese hombre—. Estamos aquí en busca de sobrevivientes. Te encontramos, así que eso cuenta.

—Prácticamente me persiguieron. No sabía quiénes eran hasta ahora —dije con un poco de ironía y recelo.

En cuanto los vi pululando cerca de la entrada, no pude evitar alarmarme, al pensar que eran H. A. V. que venían como refuerzo de su amigo asesinado.

—Lo siento. No sabíamos que eras una sobreviviente hasta que te tuvimos delante —dijo el mismo sujeto.

Asentí con la cabeza, aceptando sus disculpas, antes de girarme para observa a la chica que continuaba tendida en el suelo. Sus compañeros la rodeaban y sus miradas furibundas siguieron cada uno de mis movimientos. El chico rubio parecía listo para saltar sobre mí y romperme cada hueso del cuerpo.

Me acerqué con lentitud, guardando la flecha detrás en mi carcaj.

—Ni se te ocurra tocarle un pelo.

La mujer morena que estaba detrás, tenía una mano en la cintura; era evidente que tenía un arma y estaba lista para usarla. Clavé mis ojos en sus iris grises y le advertí:

—Yo también tengo una de esas. No te gustaría averiguarlo, ¿o sí? —Ella frunció el ceño y quitó su mano del cinturón—. No soy una amenaza para ustedes. Así que pueden dejar de tratarme como una terrorista. —Me agaché a la altura de la soldado y le extendí mi mano en un intento de ser amigable—. Lamento haberte disparado. Actué bajo mis instintos.

—No te preocupes —dijo jadeante, intentando esbozar una sonrisa—. ¿C-cómo te llamas?

—Soy Tessa Blandenwell —respondí. El chico de aspecto más joven sacó un cuchillo y me apuntó con él. No llegó a tocarme, pero yo ya me había levantado, sacado el mío y tirado el suyo de un golpe. Los roles se habían invertido. Me miró, asustado—. No te lastimaré, pero no vuelvas a hacer eso.

Guardé el cuchillo dentro de mi bota y le acerqué el suyo con el pie.

—Eres hija de Elton Blandenwell —dijo el que parecía ser el jefe—. Tu padre fue el que causó todo este desastre.

—¿Crees que no lo sé? —espeté, dándome la vuelta—. No estoy nada orgullosa de eso. —Su mirada penetrante calentó mis venas de una forma inesperada. Miré a nuestro alrededor y les hice una seña con la cabeza—. Vamos.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora