Discusiones

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6 de junio de 2022

Tessa

Entré a la habitación, refunfuñando por lo bajo. Ya era entrada la noche, puesto que había dado una caminata para calmarme. Tenía los nervios a flor de piel y me creía incapaz de controlarme si veía a alguien, así que mejor me aislaba un rato. Aunque, pensándolo bien, sí se me había pasado un poco la hora. Kara apareció por el umbral de la cocina, con semblante preocupado y el ceño tan fruncido que formaba una "U" entre sus cejas.

―¿Dónde diablos estabas? ¡Tienes rasguños! ¿Acaso te metiste en alguna pelea?

Negué y alcé las manos para que viera que estaba en perfectas condiciones. Debí haber tenido más cuidado con las ramas, pero, fuera de eso, no me había pasado nada.

―Solo fui a dar una vuelta por el bosque.

Ella suspiró y, a continuación, me propinó un golpe en el brazo. La observé, aturdida, mientras me sobaba la zona.

―¿En qué rayos pensabas? ―me retó. Me encogí de hombros―. Pensé que te habían matado o te habían hecho algo.

¿Tanta poca confianza tenía en sus compañeros de base? Bueno, tenía razón, yo no era objeto de su devoción, y podría haber alguien que me quisiera fuera del juego de forma definitiva, aunque hasta el momento no me había sucedido nada.

―Estoy bien, Kara ―la tranquilicé.

―¿Cómo estás de la cadera? He notado que ya no cojeas tanto.

Bufé mientras me sentaba y ella me servía una taza con ese sabroso líquido, el cual no dudé en ingerir de inmediato. Estaba un poco mejor, sí, pero seguía con molestias. Si caminaba por demasiado tiempo, notaba que se resentía, aunque unos segundos quieta lo solucionaban.

―Deberías ir al hospital a que te revisen ―sugirió. A pesar de lo terca que podía llegar a ser, sabía no quedaba nadie en ese sitio que quisiera atenderme―. Eres de los nuestros, si lo ponen como orden...

―No lo haré ―la corté, un poco más borde de lo que quería―. Lo siento, pero no quiero terminar en una jaula o algo por el estilo.

Su rostro se contrajo de dolor y supe que lo sabía, o por lo menos lo intuía. Quizás me había visto, postrada en esa cama del otro lado del vidrio, siendo electrocutada y cortada hasta la inconsciencia. Me quedé en silencio, sin saber qué decir. Ella me dedicó la típica mirada de lástima y se sentó a mi lado, apoyando la cabeza en mi hombro.

―Nunca quise que te hicieran eso ―susurró y una presión nueva se asentó en mi pecho al escucharla―. No sabes lo duro que fue obedecer al general. Quería ir hasta allí, matar a todos los malditos que te dañaban y liberarte. Lo lamento... En verdad, lamento mucho lo que has tenido que soportar.

Inspiré hondo, sintiendo el llanto arder en mi garganta mientras las lágrimas se acumulaban en mis ojos. Me negué a derramar ninguna.

―Alex... él... estaba asustado, aterrado por lo que representas. Eso lo cegó por completo y, aunque yo intenté que no lo hiciera, no me escuchó... Cuando quiso detener a Acker, era muy tarde. ―Para este punto, ella estaba sollozando y yo guardaba silencio, desmoronándome por dentro. Cada palabra que decía, no hacía más que reforzar mi odio hacia él―. ¿Nos perdonarás algún día?

―No lo sé ―solté con sinceridad. Una parte de mí aún no la perdonaba por haberme dejado a merced de los soldados, siendo ella también uno de ellos―. Estar en ese lugar, con esas personas hiriéndome, no fue como ir al circo, ¿sabes? No fue divertido.

―Lo sé. Lo sé, y no sé qué hacer para compensártelo ―jadeó.

Pasé mi brazo por sus hombros, intentando consolarla y también calmarme.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora