Decisión

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22 de agosto de 2022

Tessa

¿Alguna vez han dudado de ustedes mismos?, porque yo sí, siempre había formado parte de mi vida, no solo cuando me había enterado de la sangre que corría por mis venas. Los humanos tenemos nuestras propias inseguridades: que si somos suficientes, que si somos ideales para ciertas cosas... En fin, las típicas preguntas que uno se hace cuando tiene un mal día o una mala racha. El punto es que todos, en algún momento, hemos dudado de nosotros. Y yo estaba pasando por eso. Mientras bajaba por el ascensor para ir al entrenamiento nocturno el sábado por la noche, mi mente se veía bombardeada por esos cuestionamientos.

¿Acaso era mala persona por lo que estaba a punto de hacer? ¿Me convertía en villana por proteger a mis amigos de las atrocidades que me perseguían?

Un escalofrío horrendo me recorrió de pies a cabeza. Las puertas metálicas se abrieron y, con un suspiro, me deslicé hacia la noche fresca. El cielo estrellado me daba cierta paz, al igual que el silencio, el cual se desvaneció en cuanto ingresé al gimnasio. Los chicos del Primer Comando estaban allí. Encontré a Kara coqueteando descaradamente con Carter y estaban a punto de comerse en medio del entrenamiento. No muy lejos, Stephanie hablaba con Andrew. Discutían en voz baja y ella parecía estar más afectada que él. No me sorprendía, Andrew se había graduado de imbécil con honores y le gustaba ir por la vida arruinándolo todo. Sin embargo, los ignoré. No me metería en sus asuntos.

Cuando todos se percataron de mi presencia, se reunieron en un semicírculo alrededor de las conocidas colchonetas azules. Alex no estaba, por lo que supuse que estaría haciendo algo competente a su puesto, lo cual era totalmente comprensible; sin embargo, quería verlo. Pero no, no pretendía abalanzarme sobre su cuello apenas entrara, solo me bastaba con deleitarme la vista y, entrada la noche, repetir el acto de la caseta. Mi cuerpo vibró por la anticipación y le rogué a mis hormonas por un poco de autocontrol.

―Buenas noches, a todos ―saludé, cordial. Ellos respondieron entre murmullos―. Espero que tengan las energías recargadas, ya que hoy nos dedicaremos a practicar un par de técnicas interesantes.

Por supuesto, varios me miraron con extrañeza. Hacía mucho que no me tenían en la clase y, quizás, se habían adaptado al método de Alex, pero ahora sería cuando saldría a la luz todo lo que yo les había enseñado.

―Balmante ―dije, haciendo alusión a Rocío, una chica argentina que casi me doblaba la edad. Ella se aproximó y se paró en el centro de las colchonetas―. Kets —agregué, y vi a mi amiga posicionándose frente a su contrincante—. Muéstrenme lo que han aprendido.

Ellas se pusieron en posición de combate y Rocío fue la primera en atacar. Kara la esquivó, desviando el puño hacia un lado, antes de agarrar su muñeca y golpear su abdomen tres veces con rapidez. La otra chica, enfurecida, arremetió contra ella, abrazándola por la cintura. Vi la expresión de confusión en el rostro de mi amiga, No obstante, no se dejó vencer y le pegó una patada en la espinilla, para luego golpearle la espalda con los puños y darle un potente rodillazo en la boca.

Ambas se enzarzaron, como felinas defendiendo su territorio. Kara la venció, sosteniendo su cuello desde atrás y presionando la base de su espalda con la rodilla para mantenerla arqueada y que, en caso de que hubiese sido un H. A. V., fuese fácil arrancarle la cabeza.

―Excelente trabajo, chicas.

Asintieron a la vez y se alejaron, en el momento en el que yo llamaba a otros dos contrincantes. Esta vez escogí a Curtis y a Martin, dos de los chicos más pacíficos y tiernos que había conocido en la base; después de Ray, claro. Mis ojos se llenaron de lágrimas ante el recuerdo de mi amigo, fue un breve segundo que me distraje y, cuando volví a posar la vista en las colchonetas, pude ver como Martin dejaba casi noqueado a un muy sangrante Curtis. ¿Qué rayos...?

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora