25 de enero de 2022
Tessa
Ya había pasado una semana, una ardua y ocupada semana desde que Alex me había visitado en mi habitación. Cada día, me levantaba con energías renovadas y lista para ir a entrenar. La herida de mi frente no solo había sanado, había desaparecido un día después de que me entregara el teléfono y las galletas. Era tan extraño que me daba miedo. Todos se sorprendieron cuando me vieron de nuevo, aunque nadie me dijo nada. Lo ignoré y comencé a esforzarme el doble para alcanzar la cima del puntaje. Kara me decía que me estaba exigiendo demasiado. Sin embargo, el entrenamiento era el medio ideal para despejar mi mente.
Primero estaba Alex. No sabía qué sucedía exactamente entre nosotros. Era muy contradictorio. Habíamos estado a punto de besarnos en varias ocasiones, pero, de alguna u otra forma, nunca lo lográbamos. Cuando quería hablar con él, se alejaba y actuaba con frialdad, como aquella noche luego de haberme hecho los estudios, y yo hacía lo mismo. Me frustraba tanto... Había momentos en los que quería que me tomara con locura y otros en los que prefería que se mantuviera lejos de mí. Sin embargo, de alguna forma, siempre lograba que volviera a él. Eso era otra cosa que me molestaba: no poder controlarme a mí misma.
Por otro lado, estaba mi madre. Dentro de dos días, sería su cumpleaños. Sería el primero que no estaría junto a ella y tenía muchas ganas de visitar su tumba. Por las noches, cuando Kara estaba dormida, lloraba su ausencia en silencio. Al día siguiente, llevaba mi cuerpo al límite y me mantenía aislada, distante. No sabía por cuánto tiempo podría ocultarlo. Carter ya se había dado cuenta de mi drástico cambio de humor y pronto empezaría a hacer preguntas. Mi familia, especialmente mi madre, era un tema fuerte y duro para mí. De solo recordarla mis ojos se cristalizaban y tardaba minutos en deshacerme en llanto como una cría. No estaba lista para exponer ese lado de mí.
En aquel momento, salía de bañarme. Eran las cinco de la mañana y yo ya había desayunado. Kara aún dormía, ya que no teníamos que levantarnos hasta pasadas las seis, pero yo no podía volver a conciliar el sueño. Me puse mi uniforme militar, dejando de lado la chaqueta porque no me apetecía abrigarme, y salí.
Me dirigí al campo de entrenamiento que siempre usábamos para las actividades físicas y, sintiendo el frío contra la piel, comencé a trotar. Llevaba días haciendo eso; lo había convertido en una rutina. Me levantaba antes que todos y trotaba por una hora y media hasta que los demás llegaban. Me limitaba a completar los ejercicios y a agotar mis energías. Por la tarde, dormía dos horas y volvía a entrenar. Por las noches, me quedaba hasta tarde paseando por ahí. Necesitaba aislarme, tener mi propio espacio. Era mi forma de asimilar la realidad que me había tocado.
Perdí la cuenta de cuantas vueltas había dado, pero no importaba, seguía sintiéndome impotente. Me coloqué en una punta del campo, flexioné mi pierna izquierda, estirando la de atrás, y salí disparada. Corrí lo más rápido que pude, haciendo carrerillas, ida y vuelta, hasta que las piernas se me adormecieron y tuve que parar.
De reojo, vi como Stephanie entraba por el portón. Su ceño estaba fruncido y me miraba con extrañeza. De todos, era la última que esperaba ver.
—¿Qué haces aquí tan temprano? —me preguntó. Por primera vez desde que la conocía, no tenía ese semblante frío y altanero. Parecía... ¿triste? —. Da igual, estabas entrenando. Haz como si no estuviera.
Entonces, me percaté de lo roja que estaba su nariz y de las lágrimas acumuladas en sus ojos. Conocía esa mirada y me sentí mal por ella. No teníamos la confianza para hablar sobre nada, pero me conmovió y quise hacer algo.
—Esto... ¿quieres platicar? —le pregunté, amablemente. Se había sentado en el borde de la madera y se abrazaba a ella misma, como intentando protegerse—. Quizá no debí preguntar.
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1. La extraña ©
Science FictionAlgunos años atrás, la sociedad funcionaba de manera relativamente normal. La gente caminaba por las calles hablando, riendo, sin otra preocupación que tener comida rica en la mesa, comprarse ropa de temporada o tratando de que los bandidos no les r...