Besos robados

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24 de febrero de 2022

Tessa

Miré fijamente la pantalla de mi móvil. Eran las dos de la tarde y estábamos almorzando en la cabaña. Kara y Carter hacían bromas constantes y Hele me molestaba tironeando levemente de mi cabello, pero todo mi cuerpo estaba atento al aparato entre mis manos.

Estaba esperando un mensaje de Alex.

Habíamos estado bastante cercanos los últimos días, en los que habíamos compartido historias, secretos y cosas de nuestra antigua vida. Me contó de su familia, que tenía cuatro hermanos. Los dos mayores se habían ido de la casa por problemas con su padre. Él había pasado a ser siendo el único hijo mayor y ayudó en la crianza de su hermana pequeña. Hizo la escuela militar desde los catorce años, al igual que la chica en su momento. Me confesó que cuando los H. A. V. se habían liberado, la había perdido en medio del terror y que se culpaba por eso, por lo que intenté tranquilizarlo y hacerle cambiar de parecer, pero no me escuchaba. Se limitaba a abrazarme o besar mi cabello. A pesar de todo el contacto físico que habíamos tenido, el cual adoraba porque era muy tierno, no me había besado. Recordaba cuando me dijo que no iba a hacerlo. Me estaba volviendo loca, no lo entendía, y eso era decir mucho dado mi historial.

―Hey, Tess ―me dijo Kara, lanzándome una migaja de pan―. ¿Qué miras tanto?

Sacudí la cabeza y apagué el celular. La última conexión era de las doce del mediodía y ni siquiera estaba en el comedor para poder abordarlo y hablarle. Ser el comandante era un trabajo de tiempo completo.

―Nada. ―Bebí todo el contenido de mi vaso y miré a todos alternadamente―. Solo estoy algo cansada. No dormí bien anoche.

―Es difícil no ir a los entrenamientos, ¿cierto? ―dijo Hele, dándome un amistoso empujón con el codo.

Habían pasado casi dos semanas. Secretamente, mi mano ya estaba mejor. No sentía ningún tipo de dolor y solo usaba el cabestrillo para no alarmar a nadie.

―¿Hoy tienes consulta médica? ―interrumpió mi amiga, quien me acompañaba a todos lados a casi todas horas. Decía que tenía que cuidarme, porque se sentía responsable.

―Sí. ¿Vendrás?

―No sé por qué preguntas ―bromeó. Su sonrisa era contagiosa y pronto me descubrí correspondiéndole―. Si es a las tres y media, creo que ya tendríamos que prepararnos.

Le di la razón y me levanté de la mesa de un salto. Acomodé mi brazo en el cabestrillo, enganchándolo alrededor de mi cintura, y saludé a todos con la mano buena.

Fuera, estaba bastante fresco, por eso siempre llevábamos ropa térmica y nuestros abrigos eran más felpudos que los acostumbrados.

Yo no estaba prestando demasiada atención al frío. Estaba más preocupada por lo que diría el doctor. Mi mano ya estaba completamente curada, lo sabía. Lo sentía por el peso innecesario del yeso. Además, estaba la extraña pesadilla o parálisis de sueño que había tenido noches atrás. No había olvidado la sensación horrible que había recorrido todos y cada uno de mis músculos. Ni cuando había despertado, rodeada por Kara y Carter. Ninguno se había olvidado de eso y me mantenían vigilada, por si volvía a suceder.

Nos aproximamos al edificio de las habitaciones. Ella había tenido entrenamiento antes y necesitaba darse un baño. Por mi parte, comencé a jugar con mi celular. Hacía dos días que había cerrado la aplicación de Instagram, porque me dolía viajar al pasado y ver todo lo que había perdido. Sin embargo, había conservado la foto.

―¿Tess? ―me llamó Kara. Chasqueaba sus dedos delante de mi cara, ¿cómo no lo había notado antes? ―. ¿Estás bien? Estabas perdida.

―Sí. Es solo que... ―Repensé mi respuesta y cabeceé―. Nada, no te preocupes.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora