La cura

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 16 de diciembre de 2022

Tessa

Me había quedado muda. Tenía ganas de gritar, pero la garganta no me respondía. Parecía que tenía una boa constrictora alrededor del cuello y pesas de doscientos kilos en los pies. Mientras veía como su corazón era arrancado, me repetía que, si no hubiera estado en el hospital, aquello no hubiese pasado.

La adrenalina hizo su trabajo y me impulsó hacia adelante, saltando sobre mi padre y asestándole golpes por todo el cuerpo. Soltó el músculo rojo, que se cayó a la tierra rebotando hasta perderse en algún sitio. Sentía que mis ojos irradiaban fuego, me quemaban como nunca, alternando entre el rojo y el negro. Me sentía como un toro a punto de matar al torero ensartándolo con los cuernos. Mis dedos se cerraron alrededor de su garganta y presioné hasta que su respiración se tornó irregular.

―Si me matas, jamás sabrás cómo hacer la cura ―vociferó, casi sin aire.

―¿Te crees que me importa tu estúpida ayuda? Puedo conseguirla por mí misma.

Eso no era del todo cierto, pero no tenía por qué saberlo. Dicho eso, cerró los ojos y su cabeza, algo hinchada, cayó lánguida hacia un costado. Por supuesto, sabía que eso no lo mataría, pero al menos me daría unos cuantos minutos para planear una estrategia.

Miré a los demás, que se habían congregado alrededor del cuerpo de mi amiga, alguien que, por más idiota que hubiera sido conmigo en el pasado, apreciaba mucho y cuya pérdida me helaba el corazón. Andrew, por irreal que pareciera, tenía una expresión de suma tristeza grabada en el rostro y estaba segura de que el peso de la culpa lo roía por dentro. Kara estiró la mano y le cerró los párpados, mientras Carter miraba cómo perdía al último miembro de su familia. Me dirigí a él y lo abracé con fuerza. Se escondió en mi hombro y pude percibir como temblaba su espalda.

Detrás de él Alex me observaba con una mezcla de decepción y de agradecimiento. Al parecer, habían caído en su trampa, una vez más, y con mi sorpresiva entrada los había distraído.

En ese momento me di cuenta de que nos rodeaban cinco H. A. V. Sin embargo, no iba a pararme a pensar por dónde habían entrado; no cuando tenía tanta energía acumulada y debía asesinarlos a como diera lugar.

―Escuchen ―dije, llamando su atención. Kara se posicionó junto a mí, abrazándome por la cintura al igual que a su novio: Andrew me miró desde la distancia, sin querer alejarse de la soldado caída; mientras Alex permanecía en su lugar―. Lleven a Elton de regreso a un lugar seguro, yo me encargo.

―¿Estás segura? ¿No estás inválida o algo por el estilo? ―musitó mi amiga.

Me levanté la camiseta, enseñándoles el trozo de piel que antes había sido áspera y lúgubre.

―Blancher ―respondí ante sus miradas de asombro―. Háganlo, ahora.

Murmuraron un par de cosas que no me molesté en comprender porque ya estaba caminando, o más bien corriendo, hacia mi primer objetivo. No tenía armas encima, por lo que tendría que robárselas a ellos, si es que llevaban. Me percaté de que tenían la mirada perdida, señal de que estaban obedeciendo las órdenes de mi padre. Aún inconsciente, su psiquis debía ser demasiado fuerte, de lo contrario, deberían haber vuelto en sí.

―Son ellos o nosotros —me dije, escabulléndome debajo del brazo de mi objetivo, cuando este quiso agarrarme por el hombro.

Hundí mis dedos en su carne y desgarré el músculo. Gritó de dolor, alertando a sus compañeros, quienes no tardaron en cruzar el terreno hasta llegar a mí. Jamás me había encontrado en una situación parecida, por lo que, si la adrenalina abandonaba pronto mi sistema, y si Alex o quien fuese no los atravesaba con una bala, estaría perdida.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora