No puedo más

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1 de octubre de 2022

Tessa

Me quedé estática en mi lugar, mirando al hombre que había descubierto mi mentira. Era Constélico, uno de los ayudantes de mi padre y de C, uno de sus hombres más fieles. Lo había estudiado bien, era despiadado y se aseguraba de que todos allí supieran cómo se sentía a cada momento. Si estaba enojado, le fracturaba el brazo o la pierna al primer desdichado que encontraba; y en ese momento podía ver su clara intención de romperme algo más que una extremidad.

―¿Qué estás haciendo?

Apreté los labios con fuerza, mientras lo miraba fijamente, intentando adivinar su próximo movimiento.

La esquina de su boca se alzó en tanto rugía por lo bajo, dándome la impresión de que saltaría sobre mí para romperme el cuello y dejar que me desangrara. Lo observé con atención, viendo como flexionaba sus rodillas, por lo que tiré el bolso al suelo, con la intención de prepararme para recibir su golpe. Su fuerza era descomunal, lo comprobé cuando empujó mi cuerpo hasta el borde del ventanal, amenazando con tirarme por él. Logré flexionar una pierna y darle una patada en el abdomen. Me moví con agilidad y lancé una serie de puñetazos que lo alcanzaron en el pecho y el cuello. Se tambaleó, pero se recuperó con rapidez, demostrando las ventajas de tener un cuerpo bien trabajado. Esquivé su zarpazo por los pelos, pero cuando me incorporé, él ya tenía preparado su próximo ataque. Su mano golpeó mi estómago y la dejó ahí, haciendo presión hasta que me fue imposible respirar. Abrió la boca y mordió la piel de mi cuello, arrancándome un pedazo como si se tratara de un animal. Solté un grito tan alto que me estaba segura que se había oído hasta en la luna.

Entonces me di cuenta de que estaba justo sobre mi arteria carótida y podría fácilmente arrancarme la cabeza. Arañé sus hombros, buscando liberarme, pero cualquier movimiento en falso sellaría mi destino. Lo único que podía hacer era gritar como desquiciada. Pronto escuché pasos apresurados. Seguro era papá que había despertado con todo el alboroto, y no podía ver el bolso con todos los artefactos, por lo que, como pude, lo pateé debajo de la cama.

La puerta se abrió con tanta fuerza que casi se sale de sus goznes. Mi mirada se encontró con la de mi progenitor, quien, atónito, corrió hasta nosotros. Tomó a mi atacante por el hombro y lo lanzó lejos con una fuerza brutal. Mis ojos se abrieron en demasía, incrédula ante lo que acababa de presenciar. La espalda de Constélico golpeó la pared, haciendo que diminutas partículas de yeso bailaran en el aire. Jadeó de dolor, pero se recuperó con rapidez, arremetiendo contra su creador.

Mi cuello sangraba a borbotones, mientras mi cabeza se mantenía inclinaba hacia la derecha, temía no poder enderezarla. Llevé mi mano a la sábana, arrancándola y haciéndola un bollo para sujetarla contra mí. Dos lágrimas de puro miedo descendieron por mis mejillas y gotearon de mi barbilla al ver cómo Constélico tomaba el cuello de Elton.

Cuando mi padre hizo el brazo hacia atrás, creí que iba a darle el puñetazo del siglo, en su lugar, metió la mano en el pecho, dejándolo inmóvil, para luego sacarla de golpe. Ahogué un gemido y cerré los ojos con asco.

¡Le había arrancado el maldito corazón!

―Tess... ―susurró. Saltó por encima del cadáver y se arrodilló junto a mí. Su expresión destilaba una mezcla de ira y terror―. No, no, no.

Presionó más la sábana contra la herida, arrancándome un sollozo lastimero. Sentía la humedad en mi cuello destrozado, ensuciando la tela y mi ropa. Cerré los ojos, cansada, la pérdida de sangre me estaba afectando gravemente, de modo que apoyé la cabeza en la cama y dejé que mi cuerpo se relajara. Poco a poco, el dolor se convirtió en un eco lejano.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora