Desafío

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12 de enero de 2022

Tessa

Las botas negras de Stephanie pararon frente a mí, quedando a pulgadas de mi rostro. Podría darme un puntapié y romperme la nariz; y estaba segura de que ganas no le faltaban.

¿Acababa de referirse a mí como rebelde por hablar por lo bajo? Por favor, todo el mundo lo hacía y no decía nada. ¿Por qué a mí? Esperaba que no se refiriera a mi apellido o a mi herencia. Levanté la vista y vi que me miraba con frialdad. ¿Yo? ¿Rebelde?

—Arriba —ordenó. Acabé mi lagartija y me levanté, parándome completamente recta. Era una cabeza más alta que ella, pero la maldita era más intimidante que yo. Sin embargo, dos pueden jugar ese juego—. Diga su nombre, soldado. —Capté el veneno en su tono de voz y cada vello de mi cuerpo se erizó, mientras el miedo se abrazaba a mi corazón. Sí, tenía miedo; el horrible miedo de que me juzgaran, ¿quién no lo haría?

—Tessa Blandenwell, señora —escupí la última palabra con desprecio y ella lo notó.

La mayoría soltó un jadeo ahogado y comenzaron a murmurar a mis espaldas. Me lo figuraba. Carter, quien estaba a dos personas de distancia, miró mal a la chica que estaba a su lado, y supuse que había dicho algo. Volví mi vista a la de Stephanie, clavando mi mirada miel en sus ojos nublados. Estaba comenzando a enojarme y no quería que mis ojos cambiaran de color, suficiente tenía con haber revelado mi apellido.

—Espero que sea igual de temeraria para esta nueva actividad —dijo con una sonrisa maliciosa.

Se acercó a la tarima de madera y sacó una tablet negra de un pequeño escondrijo. Tocó la pantalla un par de veces y la tierra se abrió en diferentes sectores, permitiendo que saliera un armazón de metal grande, ancho y de unos seis metros de altura, del que colgaban varias sogas. A continuación, había unas barras, así como también un cúmulo de ruedas del tamaño de una persona y una pared de quebracho para trepar, con un piso de arena que se extendía unos pocos metros. Dejó un trozo de tierra para correr y, un poco más allá, se veía una campana.

—Pero qué bruja —murmuró Carter.

Stephanie lo escuchó y se acercó a él por detrás. Palmeó su omóplato y rio.

—Eres fuerte, primito —aseguró y se abrió paso hacia adelante—. Quiero una fila detrás de Blandenwell —ordenó y todos obedecieron al instante. Carter se apresuró a ponerse en el segundo puesto y a masajear mis hombros—. Irán corriendo, saltarán y tomarán las sogas, una por una. Aquel que caiga empezará de nuevo. Luego pasarán a las barras, si alguno se cae o se rinde, también deberá empezar de nuevo y repetirlo el doble de veces que al principio. Después tendrán que levantar los neumáticos y trasladarlos ocho metros, para continuación correr hasta la pared, treparla y aterrizar sin que la arena salga de la caja. Un solo grano de arena afuera, significa que deberán comenzar de cero. Correrán lo más rápido que puedan y tocarán la campana. Deben repetir el proceso tres veces seguidas.

Mierda, ¿esto era el ejército o una base de explotación de personas?

—Como la querida Tessa —dijo, pronunciando mi nombre con un retintín—, tuvo la mala actitud, pasará primera y hará el recorrido tres veces sin parar.

Inspiré profundo y obligué a mis músculos moverse. Ya estaban cansados, pero mi orgullo era demasiado grande para dejar que me pisotearan de esa manera. Así que, con la cabeza en alto, me posicioné con un pie detrás para hacer la carrerilla. Esperé a que diera la orden y salí disparada como una bala. Brinqué cuando llegué a la primera soga y lo mismo hasta llegar al final. Me impulsé con las piernas, dando una especie de vuelta de costado y me agarré con fuerza de las barras de metal. Avancé rápido y me dejé caer frente a los neumáticos. Se veían pesados y más grandes que mi pequeño cuerpo.

1. La extraña ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora