Una nueva, tres amigos, un novio y muchos por qués.

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Bajaba las escaleras hacia el patio como si flotara en una nube. Sabía que estaba pisando el suelo, pero era méramente consciente de ello. Un batiburrillo de adolescentes pululaban de un lado a otro, charlando, mirando sus móviles o jugando al fútbol, y por primera vez en años, no me molestaba su presencia para nada. Solo unos minutos antes Mikel se había despedido de mi en la clase. Yo le había pedido discreción (no quería problemas con la zorra de Diana y compañía), así que decidimos no vernos dentro del instituto. 

A lo lejos, distinguí a Joe y a Jade, sentados en nuestra esquina. A su lado había una chica a la que no conocía, y a Zack no se le veía por ningún lado. Mientras me acercaba poco a poco, notaba como mi nube desaparecía para convertirse en el recuerdo lejano de un momento sin preocupaciones. De pronto, una puñalada me atravesó el corazón al recordar que desde hacía unos minutos era la novia del exnovio de mi mejor amiga. Muy bien, Violetta, te mereces una palmadita en la espalda. Los ojos de mis amigos se posaron en mi mientras me sentaba a su lado. 

        - ¿Y esa cara? -preguntó Joe - ¿Tan mal te ha ido el día?

Yo no respondí. Me limité a mirar fijamente a Jade. Ella me entendió al instante e hizo un gesto con la nariz que, en nuestro lenguaje secreto, significaba "cuando estemos a solas me lo cuentas". Yo asentí ligeramente. 

        - Bueno, y ella es... -dije, señalando a la chica que estaba sentada junto a Joe.

Al mirarla más de cerca, la reconocí como "la borde", la alumna que había venido hacía un tiempo de otra ciudad y a la cual Jade profesaba un odio irracional. Yo siempre la había envididado, entre otras cosas por su piel blanca inmaculada, sus ojos pardos y esa maravillosa mochilla roja y negra a lo Emily the Strange. 

        - Ella es Rubí. Coincidimos en un par de clases -dijo Joe.

Ambas nos saludamos, yo con la mejor sonrisa que podía poner en aquel momento. Conversamos durante los siguientes treinta minutos. Resultó que Rubí tenía más cosas en común con nosotros de las que habría imaginado. Y teniendo en cuenta que Joe había decidido presentárnosla, cabía esperar que fuera una gran chica. Después de todo, la última vez que lo hizo, fue con Zack. 

         - Bueno, ya sabeis lo que teneis que hacer. Sacad los lápices y fingid que os gusta dibujar, por favor -decía en profesor mientras entrábamos en el aula, acompañados del moelsto sonido de la campana.

Joe y yo nos miramos, riéndonos por lo bajo, y tomamos asiento en nuestra mesa. El profesor de Artes era una de esas personas que odian su trabajo y pasan olímpicamente de hacerlo. Razón por la cual las clases de Artes eran las mejores: nos pasábamos la hora charlando de lo que nos apeteciera. 

        - Oye, ¿dónde se ha metido Zack? -pregunté en voz baja.

        - Ni idea. Lo vi antes hablando con Diana. Uff, solamente decir su nombre ya me produce escalofríos.

        - ¿Diana? ¿Qué quiere la Barbie Putón de nuestro Zack? 

        - A ver, mi amor -dijo Joe, pasándome el brazo por los hombros y arrimándome a él para escucharle con más claridad - Puede que no te hayas dado cuenta, ya sé que eres cortita. Pero, Zack es probáblemente el único chico (pasable) que no haya pasado por las zarpas de la reina arpía. Y no solo eso. Además está muy bueno. Y te lo digo yo, que entiendo de eso.

No pude evitar dar un saltito en mi asiento. Era la primera vez que la idea de que Zack fuera atractivo para otras personas cruzaba por mi mente. Noté como se me encogía el estómago. Es decir, era evidente que Zack era no solo guapo, sino que tenía un cuerpo diez. Pero mi mente provilegiada pensaba que solo era así para mí. 

        - De todas formas, no creo que consiga nada de él -aseguró Joe, sacándome de mis pensamientos - Zack sabe todas las jugarretas que te ha hecho Diana y el tipo de chica que es.

De nuevo se me encogía el estómago. Tenía que hablar con Jade. Necesitaba contarle lo de Mikel, y hablar con ella sobre Zack. Necesitaba consejo. 

A la salida del instituto, esperaba sola, a unos metros de la puerta, a que Jade, Joe y Zack decidieran hacer acto de presencia. Porque, por algún motivo, el universo había confabulado con los profesores para llamarles a los tres a la salida de las clases. Ya casi se había vaciado por completo el instituto cuando aparecieron como los tres mosqueteros. Podía ver en los ojos de Jade la urgencia por hablar conmigo. "Tranquila, amiga, yo siento lo mismo".

Dirigí mis ojos a Zack. Su cabello azabache estaba más despeinado que de costumbre, y sus ojos ligeramente ensombrecidos. Pero aún así, juro que, en mis ojos, parecía resplandecer. 

        - ¿Dónde te has metido todo el día? -pregunté cuando fui capaz de articular palabra.

        - Estube...

No tuvo tiempo de contestar (ni yo de reaccionar) cuando una moto se paró de pronto justo frente a nosotros. Mikel se bajó de ella, con una sonrisa fraglante y resplandeciente iluminando todo su rostro. Todos miraron a Jade. Pero Jade me miró a mí directamente. Mierda. No me había dado tiempo a decírselo a nadie.

        - ¿Quién se ha muerto? -preguntó Mikel.

"El tacto, donde las avispas". Amén.

        - ¿Qué querías, Mike? -le preguntó Jade, con la que yo sabía era una sonrisa de poker. 

        - Venía a por ella -contestó él, señalándome a mí.

Noté como cada músculo de mi cuerpo se tensaba ante sus palabras. Instintivamente miré a Zack y me tensé aún más. Después de lo de la noche de Halloween, sabía que él no querría ver a Mikel ni en pintura. Y no me equivocaba. Tenía los puños cerrado y sus ojos se habían transformado en los de un lobo furioso. Quise alcanzarle, tocarle la mano para hacer que me mirara y decirle que no tenía que preocuparse y que se lo explicaría todo. Pero mi cuerpo había decidido no hacerme caso y no podía siquiera pestañear.

        - ¿No te quedó claro el otro día que si te volvías a acercar a ella te mataría? -preguntó Zack, con los dientes apretados. 

Tragué saliva duramente. Me encogí levemente en el sitio, como si con ello pudiera esconderme del mundo. Pero no era así, y lo sabía. 

        - Oye, cálmate, caballero de brillante armadura -le espetó Mikel.

        - ¿Qué me calme? -no gritó, ni siquiera se movio, pero el solo sonido de su voz hizo que se me pusiera la piel de gallina.

        - Zack... -dijo Jade, tratando de calmarle. Ella ya sabía lo que pasaba, estaba segura.

        - Yo solo he venido a por mi novia.

Zas. Ahí estaba. La maldita palabra que no quería oír en aquel momento. Zack abrió los ojos como platos y se quedó en el sitio. Noté como se tensaba a mi lado. Por un momento, por un solo instante, el tiempo se paró, y solo estábamos él y yo. Nuestros ojos se encontraron, y me pareció que me preguntaban "¿novia?", y yo les contestaba "lo siento". Pero, ¿por qué tenía que sentirlo? Quizás por Jade, pero, ¿por Zack? Y aún así, era lo único en lo que podía pensar en aquel momento. 

"¿Por qué me siento así? ¿Por qué le dije que sí a Mikel? ¿Por qué no me molesté en buscar antes a Zack para decírselo? ¿Por qué tuve que besarle aquel día? ¿Por qué me dolía el pecho al mirarle? ¿Por qué sentía un puñal hundirse en mi corazón cuando veía esos hermosos ojos azul intenso así de tristes? ¿Por qué estaban tristes?". Había tantos por qués...

Mikel me agarró de la mano y me hizo subirme a la parte trasera de su moto. Yo me dejé llevar, como si fuera una muñeca de trapo. Me susurró algo al oído que yo no escuche mientras se ponía el casco y arrancaba. Por el rabillo del ojos, pude ver que Jade le cogía la mano a Zack. Entonces la moto se puso en marcha y desaparecimos con el ruido del motor. 

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora