Allen

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- 13 de Julio de 2014 -


No. Mierda. No.

Abracé a Andy con todas mis fuerzas, y ella se aferró a mí mientras dejaba salir todas las lágrimas que tenía retenidas. Pero era yo el que quería llorar. No quería que Andy fuera Violetta. Porque, por primera vez, fui consciente de lo que eso significaría, de todo lo que le quedaría por sufrir. ¿Cómo le iba a explicar que el hombre al que ella consideraba su padre no era más que un impostor, que la vida que conocía era una mentira, y que ese extraño era, posiblemente, el asesino de su verdadera familia? ¿Qué pasaría si nunca podía recuperar sus recuerdos y se quedaba así para siempre, asustada por no saber quién es en realidad? La agarré aún más fuerte, tratando de evitar que se percatara de que había empezado a temblar. Y maldije, para mis adentros, el momento en que deseé que ella fuera Violetta.



Andy había caído rendida en mis brazos. Tras un buen rato, conseguí que me soltara para ir a llamar a Jade. ¿Llamadas perdidas? Todas eran de ella. Asegurándome de que Andy estaba dormida, cerré la puerta del dormitorio tras de mí mientras marcaba el número de Jade. Contestó al sexto timbrazo.

      - ¿Si? -dijo una voz de chico al otro lado.

      - ¿Jade? -pregunté extrañado. 

      - Jade está un poco... indispuesta ahora mismo -contestó el muchacho.

De fondo, pude escuchar a Jade susurrar " pásamelo". Parecía molesta al hablar.

      - Dime -dijo ella entonces.

      - Jade, Andy tiene... Quiero decir, que es... -de pronto no sabía cómo explicarme -. Tenemos que hablar.




 - 13 de Julio de 2014 -  


Olía a incienso y canela. ¿Por qué olía mi coche a incienso y canela? ¿Y cuándo me había quedado dormida? Abrí los ojos lentamente, como si me pesaran, para descubrir que no era en mi coche donde estaba, sino en el apartamento de Allen. Me incorporé de golpe, pero una mano me agarró de la frente desde atrás y me obligo a tumbarme de nuevo. Mierda, ¿estaba tumbada en el regazo de Allen? Tan pronto como fui consciente debí ponerme roja como un tomate, pero a él parecía divertirle bastante la situación. 

     - ¿Estás mejor? -preguntó con su sonrisa de gato cheshire. 

     - No lo sé, supongo. ¿Me explicas que hacemos aquí?

     - Ni idea. De pronto tu coche se puso a andar y nos trajo hasta aquí -se encogió de hombros. 

Demasiado cansada para replicarle y escuchar otra de sus contestaciones relativamente ingeniosas, me limité a desviar la mirada. Sobre la mesita se salón había una taza de té. De ahí venía el aroma a canela. Fingí estar enfurruñada durante un rato, pero la verdad era que, muy en el fondo, me agradaba. Y muy a mi pesar, y por mucho que me quejara, me gustaba estar con Allen. De hecho, y odiaba admitirlo, me gustaba Allen. Así que era hora de ir dejando eso de trabajar juntos. En la situación en que me encontraba no podía permitirme pensar en nadie más, mi cabeza ya estaba demasiado ocupada con todo el asunto Violetta-Andy. 

     - Deberíamos dejarlo -susurré. ¿Por qué había susurrado? Tenía que decirlo alto y claro.

     - ¿El qué? 

     - Esto. Trabajar juntos. Hoy ha sido la última vez -dije, tratando de incorporarme de nuevo.

Pero, una vez más, su mano me impidió avanzar más y me atrajo de nuevo contra su regazo. Miré a Allen, aunque no quería hacerlo, y, para mi sorpresa, estaba verdaderamente serio. 

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora