- 15 de Julio de 2014 -
- Buenos días, preciosa -sonrió Allen, mirándome desde arriba.
Allen, medio desnudo, en la cama, conmigo, abrazándome... Grité tan fuerte que pensé que sacaría los pulmones por la boca, y a pesar de haber hecho el intento de apartarme de él, Allen no me lo iba a permitir.
- ¿Qué demonios...? ¿Por qué...? ¿Qué hago yo...? -intenté hablar, pero entre el shock y la vergüenza mi capacidad oral parecía verse realmente menguada.
- "Buenos días a ti también, Allen. Qué guapo estás recién levantado, ¡nunca lo habría imaginado!" -se mofó él, imitando mi voz.
- ¿Por qué estás en mi cama? -pregunté, haciendo caso omiso a broma.
Él soltó una risotada en respuesta y me invitó a mirar un poco mejor el lugar donde me encontraba. Y no le culpaba por haberse reído, ya que, en realidad, aquella era su cama. Por eso olía a incienso y canela... ¿Por qué siempre olería así? "No pienses en eso ahora, idiota".
- ¿Por qué estoy en tu casa? -rectifiqué.
El aroma de Allen, tan cercano, resultaba embriagador; una mezcla entre jabón y ese incienso tan característico de su casa. Reparé de nuevo en aquellos lunares que ya había visto una vez, cuando había estado a escasos centímetros de él. Mi corazón se aceleraba contra toda mi voluntad mientras le observaba, a la espera de una explicación.
- ¿Recuerdas que ayer te invité a una cerveza para celebrar lo de Andy? -yo le respondí con un movimiento lento de cabeza, asintiendo -. Pues no sé qué demonios te pasó, que a la segunda estabas prácticamente K.O -rió -. Y de buenas a primeras te metiste en mi cama y me dijiste "buenas noches, Allen".
- Entonces, tu y yo no hemos... -me ruboricé -, ya sabes...
- ¿A qué te refieres? -preguntó él con una sonrisa torcida y juguetona.
- ¡Allen! -le regañé, propinándole un golpecito con la mano.
- Claro que no -volvió a reír -. Yo nunca me aprovecharía de una chica, y menos de ti -me guiñó un ojo.
Completa y plenamente consciente de lo rojas que debían estar mis mejillas, y recordando que el despertador acababa de sonar unos minutos atrás, me levanté de golpe en busca de mis pertenencias. Al salir de la cama descubrí que no llevaba pantalones, y que la camiseta no era mía. Miré a Allen, con una mezcla entre rabia y vergüenza, y él se encogió de hombros.
- Eso lo hiciste tu solita -dijo.
Bufé, apartando la mirada de él. Busqué tan rápido como pude mi ropa y me arreglé para salir corriendo a la comisaría. Para mi sorpresa, al salir del apartamento, encontré a Allen repantigado contra el capó del coche. ¿Cómo había llegado ahí antes que yo? Resoplé de nuevo y, sin mediar palabra, ambos entramos al auto.
- 15 de Julio de 2014 -
Aquella mañana, como todas las anteriores desde hacía algunos días, me desperté con la sensación de que una apisonadora acabara de pasar por encima mío. Miré el despertador para descubrir que había conseguido dormir cuatro horas seguidas, lo que parecía ya todo un logro. Desde que Jade y Jack nos habían contado lo de Violetta-Andy, y sobre todo desde que Joe afirmó conocer al hombre de las fotos, ni Orange ni yo habíamos podido pegar ojo. Ambas dábamos vueltas y vueltas por el piso a media noche, entre mirar la tele y prepararnos algo para beber, formando hipótesis sobre el cómo, el quién y el por qué. Claro que nunca llegábamos a alguna tesis probable.
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El club de los corazones rotos
RomanceVioletta es una chica normal e introvertida cuyo mundo gira al rededor del sus amigos Joe, Jade y el recién llegado Zack. Como todas las chicas a su edad, está coladita por el chico guapo del instituto. Pero entonces, entre todos los problemas que c...