Corazones rotos (parte 1)

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 - 23 de Diciembre de 2012 -

Aquella tarde no llovía, ni nevaba. El sol de invierno brillaba con una luz rojiza que anunciaba el anochecer. Yo miraba por la ventana; Jade se secaba las lágrimas a mi lado. Aquella no era la primera vez que pasaba. Desde que comenzó a salir con Joseph, supe que había algo raro. Algo que no sabía identificar. Para aquel entonces, incluso yo había entablado cierta amistad con él. Entonces empezaron los problemas. Jade insistía en quedar cara a cara, y él siempre encontraba alguna excusa para librarse. Y para más inri, había comenzado a notar ciertos... fallos. Finalmente, comenzó a sospechar lo que Joe y yo ya nos sospechábamos desde hacía unas semanas: que Marie y Joseph eran la misma persona. Todo se debía a ciertos detalles, como conversaciones que mantenías con uno y al día siguiente las continuaba el otro. Aquella tarde, Jade volvía a llorar por sus dudas, y yo me dedicaba a mirar por la ventana, simplemente para distraer los impulsos homicidas que atentaban contra mi integridad, deseándo la peor de las muertes para la tal Marie.

        - Es que no lo entiendo -repetía -. ¿Por qué querría una persona hacerse pasar por otra para enamorar a otra? -no se expresaba demasiado bien cuando estaba triste, pero el mensaje era entendible - Tampoco es que lo tenga seguro, pero...

        - ¿Por qué no enfrentas el problema de frente? -le dije, probablemente por decimoquita vez - Pregúntale a Marie si ella es Joseph y ya está. 

        - Es que no puedo... -sollozó.

        - ¿Por qué? 

        - Porque si contesta que sí, tendre el corazón tan roto que no creo que pueda volver a arreglarlo...

Siempre me preguntaré por qué Jade tenía tan mala suerte en el amor. Siempre le tocaba sufrir por culpa de ese pequeño cabrón (Cupido), y ahora, no sería diferente. Y ni siquiera sabía aún todo lo que Mikel me había dicho. Había evitado contarle lo ocurrido a nadie, salvo a Zack. Sabía que Joe, Orange y Rubí se le tirarían al cuello, y Jade... No sabía muy bien como reaccionaría ella. Pero yo me había tomado venganza en su nombre, y con eso estaba tranquila por el momento.

Unos minutos después, Jade salió de mi casa. Había quedado con Marie para ver una película. Yo me quedé tirada en el sofá, mirando a ese sol rojizo de media tarde. Cerré los ojos e intenté calmar mi sed de sangre.

Una cación vibrando desde mi bolsillo me despertó justo para ver como el sol terminaba de esconderse tras los edificios del horizonte. Descolgué la llamada. Pero no esperé lo que iba a escuchar. Al otro lado del teléfono, un llanto medio ahogado.

        - ¿Rubí? - pregunté, alarmada - ¿Qué pasa?

Intentó contestarme, pero las palabras parecían no poder salir de sus labios. Hipaba y sollozaba, y yo no cesaba de preguntarle qué había pasado o dónde estaba. Mi madre entró entonces por la puerta. Me miró, notando mi expresión de preocupación. Y todo lo que le dije entonces a Rubí fue "ve a la cafetería del centro. Estoy allí en media hora".

Mi madre conducía de lujo, me encantaba ir con ella en el coche. Ella estaba al tanto de toda la situación de Rubí con Ricky y con su familia. Por eso aceptó al instante cuando le pedí que me acompañara a buscarla, porque sabía que le había pasado algo. 

Al llegar a la cafetería la encontré sentada en una esquina. De no haber sido por el ligero temblor nervioso de su cuerpo y lo enrojecido de sus ojos lastimeros, nadie diría que a esa chica le acabara de pasar algo horrible. Mi madre y yo nos sentamos junto a ella. Rubí me miró, con los ojos abiertos como platos, como preguntándome que hacía mi madre ahí. Yo me encogí de hombros. Mi madre había pasado por una experiencia muy, muy parecida en los primeros años de relación con mi padre. Ella lo había superado (aunque ahora, en vez de golpes con las manos, los recibía con las palabras), y yo esperaba que también pudiera ayudar a Rubí a hacerlo. 

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora