- 1 de Enero de 2013 -
- Por septuagésimo quinta vez, ¡no! -grité, exasperada hasta decir basta - ¡Violetta no ha podido hacer eso!
El detective que llevaba el caso (Johan Smith o algo así) suspiró profundamente. Como si estuviera haciendo algo útil.
- En vez de estar aquí, interrogándonos a todos como si nuestra amiga fuera una criminal, deberían estar buscándola -gruñí entre dientes.
- Señorita Poison, todas las pruebas indican a que la señorita Butterfly -"es Violetta, gilipollas" - ha asesinado a dos personas y se ha dado a la fuga. Ya la estamos buscando.
- ¡Por los motivos equivocados! -me puse en pie, dando un puñetazo a la mesa. Creo que me rompí algo - ¡Violetta jamás mataría a sus padres!
- Hay testigos que los escucharon pelearse en más de una ocasión. En su registro de mensajes hay algunos como "me encantaría que ese hombre se muriera" -dijo, como si se lo creyera de verdad.
- Es una adolescente. Claro que ha dicho eso, igual que millones de veces ha podido decir "me quiero morir", y no quería. ¿Son todos los detectives igual de incompetentes que usted?
- Se lo preguntaré por última vez. ¿Dónde se esconde su amiga?
- ¡Que no lo sé, gilipollas! ¡Si lo supiera, iría yo misma a buscarla!
El detective negó con la cabeza. Me estaba sacando de mis casillas. ¿Por qué no habían movilizado a toda la puta ciudad para buscarla, como en esos casos de jóvenes desaparecidos? ¡Ella también estaba desaparecida! El hombre me hizo un gesto para que saliera de la sala de interrogatorios. No diría nada más. No le haría cambiar de opinión. Con un último gesto, le escupí en la mesa justo antes de salir.
- ¿Qué tal ha ido todo, Jade? -me preguntó Orange al salir.
Todos estaban reunidos en la sala de espera. Querían interrogarnos a todos. Yo había sido la última en entrar. Parte de la familia de Violetta se encontraba en una sala contigua, todos desconsolados. Zack estaba en una esquina, abrazándose fuertemente, como si temiera que, al soltarse, se haría añicos.
- Esos hijos de puta creen que ella los ha matado. No entran en razón.
- ¡Será posible! -gritó Rubí - ¡Son todos unos incompetentes! ¡Un chica desaparece y solo se les ocurre acusarla de asesinato! -gritó en dirección a los policías que custodiaban la puerta de la sala de interrogatorios. Estos la miraron con mala cara - ¡Así todo es mucho más fácil, ¿no?!
- Cálmate -dijo Joe, con la voz rota.
Me dejé caer sobre el asiento. Estaba agotada, pero sentía que me ahogaba dentro de aquellas paredes. Necesitaba salir a buscarla. Y no podía evitar torturarme, pensando una y otra vez que si hubiera cogido el teléfono, si hubiera ido a verla tal y como le dije, todo sería distinto.
Cuando Joe me recogió el día anterior y me contó que estaban Zack y ella a solas, hablando las cosas, decidí que no iría a su casa. Y cuando me llamó, pensé que simplemente estaría buscando una excusa para zafarse de Zack. Había pasado el día entero con un mal presentimiento en el pecho, y al final, había decidido hacerle caso y pasarme antes de la cena, solo por si acaso. Pero ya fue demasiado tarde. Coches de policía y cinta amarilla precintando la puerta. Y, en una esquina, Zack, con las botas manchadas de sangre y la piel pálida como la leche. Desde entonces, no habíamos salido de la comisaría.
Dí un puñetazo a la pared, solo para que el dolor me aclarara los pensamientos. Violetta jamás sería capaz de matar a su familia y luego darse a la fuga. Quizás pudiera matar a su padre en defensa de su madre. Pero no haría lo que la policía decía. Pero, ¿quién haría algo así? ¿Quién tendría motivos para hacerlo?
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El club de los corazones rotos
RomanceVioletta es una chica normal e introvertida cuyo mundo gira al rededor del sus amigos Joe, Jade y el recién llegado Zack. Como todas las chicas a su edad, está coladita por el chico guapo del instituto. Pero entonces, entre todos los problemas que c...