Corazones rotos (2)

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La vida de una persona se compone, esencialmente, de tres tipos de días. Los normales son los más abundantes, y, sin embargo, los menos importantes. No dejan en nosotros ningún rastro memorable. Después, los alegres. Normalmente estos días se combierten en recuerdos felices y se intensifican, por lo general. Y por último, los dias malos. Estos estan cargados de sentimientons como tristeza, ira, pena, soledad... Son los que más huella dejan. Tanto es así, que un recuerdo feliz se puede ver completamente nublado por uno malo. Supongo que, después de todo, no siembre vence el bien.

Aquel día había empezado como uno normal, se había transformado en uno alegre, y de golpe y porrazo era uno de esos días malos. Rubí por un lado, con el corazón destrozado y sin hogar; Jade por otro, abrazada a nosotras como una niña pequeña, llorando porque una hija de la gran puta había decidido jugar con su corazón; y Joe por otro, probáblemente ajeno a lo que yo veía en ese momento en la pantalla de mi ordenador como si se tratara de un cartel de neón. ¿Qué debía hacer? ¿Llamarle? No, primero tenía que cercionarme de que fuera lo que yo pensaba. Con total delicadeza y tratando de que las chicas no se dieran cuenta, alargué un brazo para coger el ratón del portátil. Moví la flecha hasta que esta quedó sobre la carpeta de la discordia, y, con un click, esta se abrió. Dentro, se repetía el panorama de fuera: una lista de fotos y conversaciones que se suponía debía de tenerlas Karl y no Marie. 

Sabía, desde el princípio, que había algo raro en todo aquello, en todo ese empeño de no querer verse las caras. De hecho, no sabía cómo no se me había pasado antes por la cabeza. Joseph y Karl aparecieron a la vez, los dos ciber-chicos a distancia, y Marie justo después. De pronto me asaltaron esa clase de impulsos homicidas totalmente irrefrenables que sientes cuando alguien se mete con tus seres queridos (ese era el caso, en realidad). Pero lo primero era lo primero, matar a Marie podía esperar. Agarré el móvil y marqué el número de Joe. 

        - ¿A quién llamas? -preguntó Rubí.

Señalé la carpeta abierta del ordenador. En cuanto sus ojos se posaron sobre la pantalla, lo entendió todo. Creo que ella sentía la misma rabia que yo, pero simplemente abrazó más fuerte aún a Jade. Un tono, dos tonos, tres tonos... 

        - ¿Si? -contestó la voz de Joe al otro lado.

        - Joe, te necesitamos.

        - Pero, ahora mismo estaba...

        - En serio, Joe. Tienes que venir -me tembló la voz al hablar.

        - Estoy ahí en cinco minutos.

La llamada había finalizado. Y justo entonces entró un mensaje. "Deséame suerte", de Orange. Tardé un poco en comprender a qué se refería. Había un chico que a le gustaba, y ambos estaban en una asociación para gente a la que le gustaba el manga y el anime. Yo la había acompañado a algunas reuniones y había tenido el honor de conocerlo. Un tipo realmente alto. Aquel día había otra reunión, y Orange había decidido declararse, ya que últimamente parecían tener una relación más cercana. Le escribí las palabras "buena suerte" y envié el mensaje. No le iba a estropear el momento con las malas noticias. Ahora solo quedaba esperar a Joe.

Según el manual del Amor que Jade, Joe y yo habíamos escrito letra a letra, lo primero que se debía hacer en caso de ruptura, era identificar el motivo. "No eres tú, soy yo", "Te gusta otro", "Le gusta otra", "Es enteramente su culpa" o "Ha jugado contigo". Dentro del tipo "ha jugado contigo", se debe identificar de qué nivel es el capullo en cuestión. En muchas ocasiones nos habíamos topado con capullos del nivel tres, y en una ocasión incluso del cuatro. Pero aquella era la primera vez que llegábamos al nivel cinco, el último y definitivo; el peor. Entonces, el protocolo a seguir indicaba, en primer lugar, comprar ingentes cantidades de chocolate, tanto en tableta como en helado, y pañuelos de papel. Lo siguiente era encontrar un lugar tranquilo, cerrado y dónde estar a solas. Y por último, paciencia, guardar la calma (ya que existe el riesgo de que el amigo en cuestión decida salir corriendo y saltar al cuello del susodicho capullo nivel cinco) y suministrar pequeñas dosis de humor y cariño a partes iguales mientras se le permite al herido/a desahogarse tanto como le sea necesario. 

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora