- 19 de Julio de 2014 -
Era alto, aunque no demasiado. El pelo, castaño rojizo y ligeramente ondulado, estaba ya salpicado de canas, y sus ojos, grandes y oscuros como dos diamantes negros, tenían un aspecto tremendamente cansado. Los huesos de los pómulos eran más visibles de lo que deberían, y la piel de los párpados tenía un tono púrpura poco saludable. Aún así, entendí al instante que había sido un hombre verdaderamente atractivo. Pero, sobre todo, entendí lo dolorosamente similar que era a Violetta.
Angus Wolfstain no solo no estaba muerto, sino que de pronto estaba frente a mí, como si fuera lo más normal. La mano que sujetaba mi pistola me calló a un costado, como si mi cerebro hubiera desconectado completamente. Me había estado esperando, y no frente a mi casa, sino frente a casa de Allen. En lo que nosotros no habíamos estado estrujado los sesos por seguirle la pista, él ya nos debía de tener más que localizados. Él volvió a ponerse el sombrero y se apartó del foco de luz, como si se escondiera de algo. Me hizo un gesto señalando un callejón a sus espaldas. Fruncí el ceño, dudosa, pero pronto me hice una idea de lo que pasaba.
De fondo se oían varias voces masculinas que debían de dirigirse hacia nosotros. Angus quería pasar desapercibido sobre cualquier cosa. Volviendo a agarrar la pistola le seguí por el angosto callejón. Justo en ese momento vi a tres hombres con muy mal aspecto atravesar la calle que acabábamos de dejar.
- Por un momento temí que no fueras a salir de ahí esta noche -dijo entonces Angus con una sonrisa inocente -. Lamento no haberme presentado en condiciones, pero creo que tú ya sabes quién soy.
- Lo que me gustaría es saber por que me estaba esperando usted -gruñí.
El hombre dejó escapar una carcajada con toda la naturalidad del mundo mientras yo, perpleja como estaba, le observaba de hito en hito. Ahora entendía por qué Violetta no se parecía en nada a su familia: era casi una copia de su padre en versión femenina. Salvo su piel, más pálida, la falta de pecas y la nariz chata, era casi idéntico a ella.
- Porque eres la mejor amiga de mi hija -contestó.
Sus palabras me sorprendieron y me dejaron sin habla. Fue como si un dardo me perforara lentamente el corazón.
- Llevo buscando el momento más de dos años, y por fin lo he encontrado -prosiguió -. Necesito que me ayudes a rescatarla.
De pronto, todas las lágrimas guardadas, toda la ira contenida de los últimos dos años y medio estallaron dentro de mí como si de una tormenta se tratase. Me ardían los ojos y las mejillas, y era plenamente consciente del movimiento de mi sangre bajo la piel.
- ¡¿Y qué estabas haciendo todo este tiempo?! ¡¿Por qué no hiciste nada por ella, si sabías lo que pasaba?!
Mi voz resonó a lo largo de todo el callejón. Algunos vecinos, molestos, bajaron las persianas o cerraron las ventanas con sonoros golpes para dejar claro su descontento. Pero yo no me callé. Seguí gritándole durante lo que me parecieron horas, hasta que sentí la garganta como papel de lija. Angus no me contestó en ningún momento, ni me miró con rabia, ni nada de nada. Se limitó a sonreír con tristeza. Cuando las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas conseguí calmarme.
- Aún no puedo contártelo todo -dijo Angus cuando me hube calmado -, pero tienes que confiar en mí. Si no he aparecido antes es porque sabía que la matarían.
Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo al escuchar sus palabras.
- Vincent tiene a mi hija solo como un cebo. Pretendía atraerme, y después matarnos a ambos.
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El club de los corazones rotos
RomanceVioletta es una chica normal e introvertida cuyo mundo gira al rededor del sus amigos Joe, Jade y el recién llegado Zack. Como todas las chicas a su edad, está coladita por el chico guapo del instituto. Pero entonces, entre todos los problemas que c...