Bienvenida

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- 6 de Julio de 2014 -



- ¡Rubí! -gritó Orange tras de mí - ¡Espérame!


- Dios mío. Orange, ¿pero cómo puedes ser tan lenta? -resople, otra vez.


- ¿Qué quieres que le haga? -me dio un codazo al alcanzarme - Tengo las piernas cortas.


- Pues anda más rápido.


- ¡Que no puedo!


- ¡Señor!


Volví a caminar a ritmo normal. Las maletas pesaban demasiado como para preocuparme por si Orange se quedaba atrás o no, y el taxista que nos había recogido de la estación de tren había decidido que el número 13 de la calle Saphire estaba a la altura del 42. Tras gritarle de todas las formas que se me ocurrieron lo incompetente que era, había echado a andar calle arriba, y lo único que deseaba después del viaje de mierda que me habían dado un puñado de niños que viajan en el mismo vagón, lo único que quería era llegar a mi nuevo hogar y descansar de una puta vez. Y para terminar de mejorar la situación, Jade tardó casi diez minutos en abrirnos la puerta cuando por fin alcanzamos el edificio. Un edificio sin ascensor, por cierto. Para cuando alcancé el cuarto rellano, apenas podía respirar.


- ¡Bienvenidas! -exclamó Joe, lanzando confeti por los aires y taponando la entrada al piso.


Si las miradas hubieran matado, Joe habría sido descuartizado en aquel preciso momento. En lugar de eso, captó la indirecta y me abrió camino, apartándose a un lado.


- ¿Y Orange? -preguntó mientras pasaba a su lado.


- Debe de andar por el segundo piso.


Me colé dentro del apartamento, y entonces lo decidí: ese debía de ser el lugar donde Carrie Bradshow había decidido guardar la luz de su ático neoyorquino. De pronto se esfumó todo mi mal humor, como si nunca hubiera estado ahí. Suelo tapizado de madera, paredes color crema, un sofá que quitaba el aliento... Todo era tal y como lo había imaginado (y como Jade lo había prometido). Del techo colgaba una pancarta pintada a mano que exclamaba "¡Bienvenidas!", con dibujos de estrellas hechos en distintos colores. En una esquina distinguí a Zack, bastante entretenido examinando los libros de una estantería. A su lado estaba Jade, que miraba completamente absorta por la ventana.


- Bueno, esto es una fiesta de bienvenida, así que... ¿Dónde está la comida? -preguntó Joe.


Corrieron las bandejas de canapés, las pizzas y las copas de champagne (todo muy en concordancia) mientras charlábamos alegremente sobre los días que habíamos pasado separados, sobre todas las novedades y nuestros planes de futuro. Orange se había matriculado en la carrera de artes y ciencias culinarias, Zack iba a estudiar literatura, Joe optó por tecnologíe e informática, y yo... Bueno, le había echado valor para empezar con medicina. Pero, aunque las conversaciones eran animadas y el ambiente parecía festivo, tanto Jade como Zack parecían estar muy lejos de allí, sobre todo ella. Miraba a todo el mundo con ese aire de ausencia de una persona que no puede dejar de pensar en algo.

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora