A la mierda el papeleo

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- 8 de Julio de 2014 -


- ¿Está bien que quiera besarte?


Tragué saliva con dureza. El corazón me palpitaba tan rápido y con tanta fuerza que temía ser descubierto por Andy. Y ella... aún con mi mano en la mejilla, tenía los ojos clavados en los míos. Estaba seria, casi con su habitual inexpresividad, pero tenía las mejillas del mismo color que rosas recién florecidas, y su respiración estaba tan alterada como la mía. Estaba bien, si, pero... ¿Estaba bien que lo deseara yo? ¿No era eso, en parte, como serle infiel a Violetta?


- Está bien -contesté en un susurro.


Ella no se movió, permaneció en el mismo sitio, como petrificada. Su mirada iba de mis ojos a mis labios, si nerviosa o ansiosa, no sabría decirlo. Sus dedos se movieron lentamente hasta la palma de mi mano, bailando sobre ella, acariciándome. Ensimismado en aquel contacto, respondí de la misma manera que ella, jugando con mis dedos sobre su mano. Dejó escapar una pequeña risita, tan tenue que apenas pude escucharla. Pero cuando miré sus labios, solo encontré esa tímida sonrisa suya.


- Parece que estés tocando un piano -susurró ella.


Reí ante su comentario. Y entonces, así, sin más, sus labios rozaron los míos. Eran suaves y cálidos, dulces y delicados, tan parecidos y diferentes a los de Violetta que me resultaba desconcertante. No fue un beso rápido, ni mucho más que un leve contacto entre nuestros labios, pero me resulto tan intenso que tuve que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad y auto-control para no dejarme llevar por mis más profundos instintos. Es extraño como algo tan ligero puede resultar tan fuerte e intenso, tan significativo. Cuando se separó de mí, clavó la mirada en mis ojos de nuevo. Apenas fui capaz de distinguir aquella ligera sonrisa, simplemente una ligera curva en la comisura derecha de la boca. "El lugar donde se esconde ese beso", recordé la frase de aquella película de Peter Pan que a mi hermana tanto le gustaba.


- ¿Hay... algún problema? -preguntó al notar mi silencio.


- Ninguno.


Aquella trémula sonrisa desapareció por completo.


- Sabía que no era buena idea hacer esto -susurró.


Comenzó a alejarse de mí, lentamente. La agarré rápidamente, reteniéndola en el sitio.


- No, no, no -negué, nervioso -. No has hecho nada malo.


- ¿Entonces por qué te has quedado tan callado y quieto de repente?


- Simplemente estaba sorprendido.


- ¿Por qué?


- Por esto. Por el beso...


- No se muy bien qué es esto -confesó ella.


- ¿A qué te refieres?


Entonces, volvió a clavar la mirada en mis ojos, pero permaneció en silencio. Su pelo había comenzado a rizarse más de lo normal debido a la humedad, aunque ya casi estaba seco del todo. Por primera vez me permití no mirarla a los ojos, sino a todo el cuerpo. Verla con mi ropa me traía recuerdos dolorosos a la vez que provocaba en mí la reacción más primitiva que conocía. Volvió a morderse el labio, y yo no creía poder aguantar mucho más.

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora