Notas de papel

1.6K 77 3
                                    

        - ¿Está libre?

Levanté la mirada de mis dibujos para ver quién osaba perturbarme en mi más profundo momento de inspiración. Claro que no me resultó tan molesto al descubrir que era, nada más y nada menos que Mikel, el chico guapo, el deportista, el encantador (y el mujeriego...). Era como un personaje sacado de alguna película americana, de cabello rubio y ojos azules, sonrisa radiante y cuerpo trabajado. Jugaba en el equipo de futbol del instituto, y podría decirse que era una especie de líder de masas. Y él, el Adonis del Saint Raphael, estaba preguntándome si la mesa que estaba pegada a la mía estaba libre. Asentí con la cabeza, tratando de ocultando mi nerviosismo (seguramente sin demasiado éxito). Él me sonrió (¡bendita sonrisa!) y tomó asiento. 

La noche anterior, Jade se había pasado cosa así como una hora insistiéndome en acercarme a él. Y yo, claro, me había pasado esa hora insistiéndole en que no lo haría. Pero, ilusa de mí, ¿quién le impedía a ella interferir? Jade siempre hacía lo que le daba la gana. 

        - ¿Qué dibujas? -me preguntó.

        - Nada -dije yo, cubriendo rápidamente mi dibujo.

No quería que nadie lo viera. Había sido consciente demasiado tarde de lo que estaba dibujando, y por algún motivo, me avergonzaba profundamente de ello. Con un rápido movimiento y una técnica impecable, trabajada durante años en el arte de esconder los dibujos bajo los libros de texto cuando algún profesor se acercaba, metí el papel bajo la carpeta. Mike me miró con curiosidad, pero dejó de prestarle atención al asunto del dibujo en cuestión de segundos. Abrió la boca para hablar, pero el profesor le interrumpió al entrar por la puerta.

Genial, otra clase aburrida más para la lista. Jade se había sentado en la otra punta de la clase. Sospechaba que para dejarnos "espacio" a Mikel y a mí. Esa pequeña traidora... Saqué un nuevo folio en blanco y comencé da trazar líneas con el boli. Las figuras fluían, como salidas de un torrente que no podía contener. Eso era lo único que me encantaba de las clases: que me ayudaban a concentrarme como nada en dibujar. Era mi pequeña forma de olvidarme del mundo, de aislarme de todo. Hasta que una notita voló desde mi derecha y se posó sobre mi mesa.

"No sabía que dibujaras".

Miré bruscamente a mi derecha. Mikel me miraba fijamente, con una sonrisa divertida dibujada en sus labios y la cabeza apoyada en su mano derecha. ¿Por qué tenía que ser tan guapo? ¡Me desconcertaba! Concéntrate, Vi. Contéstale algo inteligente.

"Hay muchas cosas que no sabes de mí".

Genial, eso había sonado a película mala del fin de semana. Oí como soltaba una pequeña y suave risita (música celestial), y de nuevo la notita volvió a mis manos.

"Entonces, ¿por qué no me cuentas algo?".

Ok, no podía ser más descarado. ¿En serio? A ver, era muy guapo y todo eso, considerado algo así como un dios por todas las chicas, pero yo no era tonta. A diferencia de lo que Jade pensaba, yo no quería acercarme a él. Para mí, Mikel era ese amor platónico al que felizmente contemplas de lejos, porque sabes que, en realidad, no sería conveniente implicarte emocionalmente con él. Es decir, era el playboy de la escuela (o de la ciudad, probablemente). De vez en cuando se echaba alguna novia, pero todo el mundo sabía que cada fin de semana lo pasaba con una chica distinta metida en su cama (como mínimo). Y aquí es cuando la Violetta con los tacones bien puestos hacía su aparición.

"¿Por qué te iba a contar algo a ti?".

Lo miré de la forma más seca y fría que sabía. Quería que se diera cuenta de que no pensaba dejarme meter en el saco de las zorras con las que coqueteaba, se acostaba y luego olvidaba. Soltó una carcajada. No sé cómo demonios el profesor no se enteró.

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora