Un día de trabajo

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- 9 de Julio de 2014 -


A menudo, las cosas no son lo que parecen. Violetta me dijo una vez que la vida era algo así como el País de las Maravillas, todo distorsionado y vuelto del revés tantas veces que ya nadie sabía cual era el derecho. "Pero está mejor así, porque si en esta vida todo fuera lo que parece, sería aburridísima". Aquella vez, pensé que leer aquel libro de Lewis Carroll le había entusiasmado demasiado. Sin embargo, aquella frase saltó a mi mente mientras repasaba una y otra vez los extractos bancarios de aquella misteriosa cuenta. ¿Quién y por qué la habría abierto?


- Mira -señaló Allen, sacándome de mis pensamientos -, hay varios ingresos que se hicieron desde aquí -apuntó con el dedo varios de los registros, todos de fechas bastante distanciadas en el tiempo -.


- Podríamos pedir que nos dejen ver las cámaras de seguridad de esos días... -murmuré -. Aunque dudo que aún los guarden.


- Por probar suerte...




El edificio que albergaba la sede correspondiente del Emerald Bank se alzaba como una obra de arte ante mis ojos. Siempre me había parecido un desperdicio que construcciones de esa magnitud y belleza sirvieran como simples bancos u oficinas de correos. Al entrar, el guardia de seguridad nos acompañó hasta la sala de seguridad, en lo más recóndito de las entrañas del edificio.


- ¿Las cintas del 22 de octubre de 2003? -exclamó el jefe de seguridad, casi escandalizado.


- Y las del 22 de abril de 1996 y el 22 de agosto de 2008 -apunté.


- Señora, esas cintas llevan archivadas siglos. Guardamos las cajas con las cincas de un mes setenta días después de que este haya finalizado.


- Pero las guardan -dije, severa.


- ¿Tiene usted una orden judicial?


Miré al hombre con verdadera rabia. ¿Tanto le molestaba levantar su culo del puñetero asiento, entrar al almacén o a donde quiera que lo guardaran, y buscarlas? ¡Era para una investigación policial, por todos los cielos! Pero no, no tenía orden judicial, y conseguir eso era un verdadero dolor de muelas. Cuando ya estaba dispuesta a darme la vuelta, Allen dio un paso adelante.


- ¿Sabe usted quién soy... -hizo una pausa, tratando de leer el nombre en la chapa identificativa del hombre - Raymond? Soy el hermano de Kyle Montgomery. Y usted ya sabe lo que le pasa a la gente que cabrea a Kyle Montgomery, ¿verdad?


El hombre (Raymond) abrió los ojos, desorbitados, y tragó con dificultad. Casi juraría que incluso estaba sudando. Automáticamente se levantó del asiento y nos invitó a que esperásemos sentados mientras él buscaba las cintas, para, acto seguido, salir de la sala. Miré a Allen, completamente perpleja. Él ya se había agenciado una de las sillas y miraba distraído las pantallas de seguridad.


- ¿Cómo...? -comencé - ¿Qué demonios ha sido eso?


El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora