Sueños y despertares

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  - 15 de Julio de 2014 -


El laboratorio genético de la policía era un lugar frío e inhóspito, con apenas un puñado de personas trabajando dentro. Y aquellas personas eran cuanto menos desagradables. Daba la sensación de que alguien les hubiera arrancado la vitalidad de cuajo, les hubiera chupado el alma y los hubiera puesto a trabajar. Pero en ese momento me importaba más bien poco que pareciera maniquís autómatas o dementores; lo único que me interesaba eran los resultados de los análisis. La hipótesis de Allen, aunque chocante y sorprendente, me había resultado terriblemente plausible, por lo que habíamos decidido realizar una prueba de paternidad entre Angus Wolfstain y Violetta Butterfly. Aunque nos había tomado más tiempo del que esperábamos encontrar una muestra servible. Y ahí estábamos los dos, de vuelta a la gran ciudad, repantigados contra los asientos del laboratorio a la espera de los resultados a eso de las tres de la madrugada. 

 - ¿Crees que tardarán mucho más? -preguntó Allen, mirando a la nada - Estoy deseando llegar a casa de una puñetera vez.

 - Si no hubieras insistido en venir conmigo, ahora estarías en tu camita, durmiendo... -contesté.

¿Por qué era tan borde con él? Desde el día anterior no podía evitar estar de mal humor cuando me quedaba a solas con Allen. ¿Y él me había hecho algo para estar así? No, nada de nada. 

 - ¿Me vas a decir ya qué te pasa? -no lo dijo en tono enfadado ni molesto, si no más bien cansado. 

 - ¿A mí? Nada - "no puedes ser más obvia, Jade".

 - Entiendo.

Eso fue todo. Allen no dijo nada más en la siguiente hora, y eso me cabreó aún más. ¿Qué demonios me pasaba? Quizás tuviera algo que ver con el hecho de que no habíamos parado apenas un par de horas durante el viaje para dormir. O quizás era porque...

 - Detective Poison -llamó un hombre con bata blanca de pronto, sosteniendo en alto un papel -, los resultados.

Salté del asiento con las pocas energías que me quedaban y agarré con ansias el folio para ver una serie de marcadores prácticamente incomprensibles. El hombre me miró por encima de sus gafas de pasta y suspiró.

 - Significa que son parientes. Progenitor e hijo - aclaró.



 - 15 de Julio de 2014 - 

Estaba sentado bajo aquel enorme sauce llorón, tan extraño y familiar, mientras la fresca brisa acariciaba mi piel y despeinaba mi cabello. Sentada en el hueco entre mis piernas cruzadas estaba ella, de espaldas a mí, apoyada contra mi pecho. Su cabello mojado me había empapado la camiseta, pero me daba igual. Ella canturreaba una canción de los Beattles mientras yo jugaba con un mechón de su pelo, enroscándolo entre mis dedos. Me sentía tan en paz... 

 - ¿Qué cantas? -pregunté.

 - Blackbird -contestó ella alegremente -. Es mi canción favorita de los Beattles. 

Al girarse para mirarme me di cuenta de que ya no era la Violetta de 15 años que conocí al llegar a la ciudad, ni la de 16 que vi por última vez. Era la Andy de 18. Y por algún motivo no lo sentí ni por un segundo como algo extraño. Era lo que debía ser. Era Violetta, aún con el cabello mojado de la ducha y mi ropa varias veces más grande de lo que debería. Era Violetta si nada hubiera pasado. Y no era extraño, si no doloroso.

 - ¿Por qué sigues soñando conmigo, Zack? -preguntó ella de pronto, aún con una tímida sonrisa en los labios y mirando a la lejanía del bosque.

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora