- 29 de Diciembre de 2012 -
La serie de catastróficas desdichas personales que habíamos sufrido aquellos últimos días, mezclados con una absurda discusión con mi padre sobre dónde demonios estaba su yo-no-se-que (que, por cierto, deducía que yo había perdido), habían hecho que a Jade y a mí nos pareciera el momento idóneo para hacer uno de esos viajes al pueblo. Su padre, Rosco, no estaría aquellos días, ya que quería pasar el año nuevo con su novia en una ciudad de la costa. Así que la casa estaba entera para nosotras solas.
En el momento en que abrimos la puerta, una bola de pelo negro rizado salió corriendo y se nos echó encima.
- ¡Hugo! -exclamó Jade llena de alegría.
El perro se revolvió al oír su nombre y ladró, como respondiendo a su dueña. Jade parecía llena de felicidad cuando veía a su perro después de tanto tiempo en la ciudad. Habíamos hecho aquel viaje en muchas ocasiones por sus corazones rotos, pero nunca por los míos. Y ahí estábamos, dos adolescentes en la flor de su juventud, con el corazón hecho pedazos por uno u otro motivo. El plan era volver a la ciudad al día siguiente para preparar la cena de navidad con los chicos. Sería la primera navidad siendo más de tres. La primera navidad con Zack. Y la primera navidad estando enamorada. Y la primera navidad pensando que ese amor no era correspondido.
¡Auch! Dolía recordarlo. Cada vez que pensaba en la foto que me enseñó Mikel, era como si me clavaran algo en el pecho. Que dolor tan profundo y desagradable. ¿Era eso lo que Jade había sentido todas aquellas veces que habíamos hecho una visita a la casa del pueblo? "A partir de ahora vamos a mimar más a Jade", dijo la voz de mi cabeza. Asentí en silencio mientras revolvía los rizos negro azabache de Hugo y terminé de colarme por el pasillo hasta la habitación.
El plan era sencillo: tarrinas de helado suficientes para matar de frío a un pingüino, películas sobre amistad y chicas triunfadoras, y un buen paquete de pañuelos de papel. Las películas no eran en esta ocasión sino una excusa para encontrar algo de lo que reírnos. Así pues, tras enfundarnos nuestros respectivos pijamas (que parecían decir "estoy soltera y a este paso moriré con siete gatos"), preparamos el helado y comenzamos a ver la primera de las películas en nuestra lista.
"Confesiones de una compradora compulsiva" se veía en ese momento en el televisor. Aquella película siempre nos arrancaba un "Dios mío, esas seríamos nosotras si tuviéramos tarjeta de crédito".
- Tiene suerte esta Rebecca -suspiró Jade.
Yo simplemente asentí. Ahora me daba cuenta de lo complicado del amor. No se trata solo de que la persona que te guste te corresponda, sino que todo depende de millones variables. ¿Cómo lo conseguía la gente? ¿Existiría de verdad algo así como la media naranja o el alma gemela?
- Creo que ya se lo que falla, Jade -solté de pronto.
- ¿De qué hablas?
- De por qué estamos solteras (tú con más intentos que yo, pero bueno).
- A ver, sorpréndeme genio - dijo con sorna.
- Que somos medios kiwis.
Primero abrió los ojos como platos, y después rompió en carcajadas. ¿Tan gracioso había sido? Yo lo decía en serio... Algo comenzó a vibrar en el bolsillo de mi pijama. Saqué el móvil para comprobar qué era. Un mensaje de Zack.
" ¿Dónde estás? Necesito hablar contigo".
" Estoy en el pueblo con Jade, mañana nos vemos".
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El club de los corazones rotos
RomanceVioletta es una chica normal e introvertida cuyo mundo gira al rededor del sus amigos Joe, Jade y el recién llegado Zack. Como todas las chicas a su edad, está coladita por el chico guapo del instituto. Pero entonces, entre todos los problemas que c...