Reunión de emergencia

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 - 13 de Julio de 2014 -


A eso de las cuatro de la madrugada, Andy se había despertado. Ya no lloraba, pero sus ojos aún estaban cargados de tristeza. Mirarla hacía que mi corazón se me encogiera dentro del pecho. Al poco rato, fingí haber recibido una llamada y le expliqué que Joe había tenido un accidente y que debía salir corriendo al hospital a verle. Y a pesar de su insistencia por acompañarme, conseguí librarme de ella al recordarle que su padre no tardaría demasiado en volver. Cabizbaja, accedió a que la acompañara a su casa. 

 - ¿Crees que Joe estará bien? -me preguntó justo antes de entrar por la puerta.

Yo me revolví, ligeramente incómodo, frente a la puerta del piso. El aire de madrugada me acariciaba la piel y parecía empujarme hacia las escaleras, lejos de Andy. 

 - Estará perfectamente. Ya sabes lo dramático que es. Le encanta exagerar. Seguramente solo tenga un par de arañazos.

Andy clavó sus ojos sobre los míos. Parecían completa y plenamente negros, duros y severos, como si supiera que todo era una mentira y que simplemente trataba de deshacerme de ella antes de tiempo. Apartó la mirada y, con media vuelta, se adentró en la casa. Los goznes de la puerta chirriaron tétricamente mientra ella la cerraba tras de sí. 

 - Buenas noches -dijo antes de que terminara de cerrarse por completo.




 - ¿Qué demonios haces aquí? -Rubí, tan cariñosa como podía estar una persona a las cinco y media de la madrugada, abrió la puerta ceñuda y en bata.

 - ¿No te lo ha explicado Jade?

 - Obviamente, no. 

De fondo pude ver a Orange, rascándose la barriga y bostezando. Al verme plantado en la puerta, con una Rubí de muy mal humor a punto de propinarme una patada en el trasero, puso los ojos como platos y se tapó la boca con una mano. 

 - Mierda, ¿no te dije nada? -comentó la recién llegada, llamando la atención de Rubí -. Jade llamó hace un rato y dijo que teníamos que reunirnos urgentemente.

 - ¿Y no se le ha ocurrido otra puñetera hora a la señora? -bufó ella.

Mientras me dejaba paso hacia la sala de estar sonaron unos pasos a mis espaldas. Sin la necesidad de mirar hacia atrás supe que era Joe. Su trote de "tengo prisa, esto es importante" era realmente inconfundible. Los cuatro nos sentamos en los sofás, las chicas con una taza de café en las manos, mientras cada uno hablaba de temas insulsos y banales, simplemente para tratar de amenizar la tensión que podía notarse en el ambiente. De pronto, en mitad de uno de los relatos amorosos de Joe sobre Tedd, la puerta se abrió de par de par, de una forma un tanto dramática y sonora, para dejar paso a Jade y a... ¿ese era el chico de la librería? Ninguno saludó. Con cara de pocos amigos y aspecto de haber pasado la peor noche de su vida, Jade se dejó caer en uno de los sofás, tendiendo un archivador a punto de estallar sobre la mesa. Todos esperamos expectantes a que dijera algo, pero ella permaneció callada. 

 - Bueno, qué -dijo Rubí de pronto -. ¿Es que nadie piensa decir nada? ¿Y este quién es? -señaló al dependiente.

 - Él es mi... -comenzó a explicar Jade.

 - Novio -dijo él.

 - Compañero, Allen -exclamó ella, claramente molesta, regalándole al muchacho la más agresiva de las miradas -. Trabaja conmigo en el caso de Vii, por eso está aquí. Hoy hemos descubierto algo importante.

Jade me miró de pronto, como si quisiera que hablara yo. Y entonces lo supe, ella había descubierto justamente lo mismo que yo. 

 - Andy sufre amnesia. No recuerda nada de antes del accidente de coche. 

La sala pareció quedarse completamente en silencio, todos quietos como estatuas, como si alguien acabara de pulsar el botón de pause. Y entonces, todos estallaron. Comentarios alegres y positivos, "la encontramos" y "es ella". Sin embargo, Jade y yo no sonreíamos. Ambos permanecimos callados, esperando a que todos se calmaron. Y poco a poco así fue. Los estallidos de júbilo iban disminuyendo a la par que cada uno parecía darse cuenta de lo que Jade y yo ya habíamos pensado: si Andrea era Violetta, la situación era mucho más complicada y peligrosa de lo que esperábamos. Esto se nos escapaba de las manos. 

 - Esto es peor de lo que pensábamos... -comentó Orange, abatida.

 - Y aún hay más -añadió Jade.

Allen abrió el archivador que había sobre la mesa para sacar varios documentos y un par de fotos. Todos nos inclinamos un poco para ver mejor las borrosas instantáneas, que no mostraban sino a un hombre de mediana edad en lo que parecía ser la caja de un banco. Antes de que ninguno pudiera abrir la boca, Jade contestó la pregunta no formulada. 

 - Hace poco recibí una llamada de la prima de Vii, esa con la que si que se llevaba bien, diciéndome que habían llamado de un banco, para preguntarle sobre una cuenta a nombre de Violetta Marie Butterfly.

 - Pero Vii no tenía ninguna cuenta bancaria -señaló Rubí.

 - Por eso precisamente me extrañé. Resulta que alguien había creado una cuenta a su nombre antes incluso de que naciera, y desde entonces había ingresado dinero cada mes hasta el día del accidente.

 - Pero, ¿quién y por qué? -preguntó Joe con el ceño fruncido - Esto solo significa más problemas.

 - Aún no lo sabemos, pero ese es el hombre que hizo los ingresos. Casi siempre conseguía esconderse de las cámaras de seguridad y nadie parece saber nada de él. Es un puñetero fantasma.

Jade fue pasando la foto, que tras viajar de mano en mano sin más que un par de parpadeos, llegó a Joe. Al principio no reaccionó, pero, poco a poco, comenzó a fruncir el ceño.

 - ¿Qué pasa? -pregunté.

 - Yo conozco a este hombre.

Todos dimos un bote sobre nuestros asientos, mirándolo con ojos como platos y aguantando la respiración. 

 - Si, estoy casi seguro.

 - ¿"Casi"? -dijimos Jade y yo al unísono.

 - Casi -reafirmó -. Jade, ¿recuerdas que Vii y tú siempre contabais que de pequeñas encontrasteis una caja escondida entre los zapatos de su madre y que ella os echó la bronca del siglo porque no quería que su padre lo viera? 

Jade asintió, ceñuda, como si tratara de recordar con claridad a que preciso momento se estaba refiriendo. 

 - El día que fuimos a recogerte a la estación, cuando volvías de las vacaciones a las que tu madre te había obligado a ir, Vii y yo encontramos la caja sin querer y echamos un vistazo. Dentro había solo un par de libros, un bote de perfume y un puñado de fotos. 

 - ¿Y...? -preguntó Rubí, ansiosa.

 - Este hombre estaba en una de las fotos con su madre. Mucho más joven, claro. Pero estoy casi cien por cien seguro de que era él. 

Todos nos miramos sorprendidos, como sopesando si ha Joe se le había ido un tornillo o si era cierto. Y entonces, como impulsada por un resorte invisible, Jade se abalanzó sobre lo que supuse sería la lista de movimientos de la cuenta y comenzó a examinarla con diligencia. 

 - ¡Lo sabía! ¿Cómo demonios no he caido antes? -exclamó de pronto.

 - ¿Qué pasa? -pregunté, inclinándome sobre ella.

 - Ninguno de los ingresos se hizo desde nuestra ciudad. Y teniendo en cuenta que se ha recorrido prácticamente todo el país, y parte del extranjero, eso significa que...

 - Es de allí. No ha vuelto porque sabía que alguien podría reconocerle -exclamamos Rubí y yo a la par. 

 - Hay que mandar su foto a los agentes de policía de la ciudad -dijo Allen, completamente serio. 

 

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora