- 21 de Junio de 2014 -
El piso era pequeño. Un salón con cocina integrada, un baño y dos habitaciones. Y si alguien pensaba que las habitaciones serían, al menos, ligeramente espaciosas, lamento informarle de que eran poco más que una lata de sardinas. Tenían el espacio justo para una cama y un escritorio (los armarios eran empotrados, al menos). Joe y yo nos repartimos el poco espacio que teníamos.
- Bueno, hermano, he aquí nuestro hogar -dijo él, tan dramático como siempre, extendiendo los brazos todo lo que las estrechas paredes le permitían.
- Hogar, dulce hogar.
Respiré profundamente el aire helado que entraba por la (única) ventana del salón, llenando mis pulmones lo máximo posible. Estaba ansioso, emocionado por aquella nueva oportunidad que se nos presentaba. Porque Jade y yo teníamos un plan. A principios de mes había entrado en contacto con la academia de policía de la ciudad. Normalmente, no aceptarían a alguien menor de veinte años. Pero gracias a las magníficas notas del instituto y a unas pruebas preliminares en las que había destacado sobre más de mil personas, decidieron hacer una excepción. Por eso había sido ella la primera en mudarse a la ciudad, para tomar los exámenes físico y teórico. Y en cuanto Jade estuviera dentro, podría comenzar a investigar de verdad.
Tanto Jade como yo habíamos decidido no implicar en esto a los demás. No queríamos que tuvieran esperanzas, pero nosotros ya estábamos perdidos. Porque para nosotros, era imposible no tenerlas.
- Recuérdame por qué, si eres rico, estamos metidos en este cuchitril -dijo Joe, sacándome de mis pensamientos.
- Porque voy a estudiar literatura inglesa, y esta es la forma de mi padre de hacerme pagar por no ser su hijo modelo. "Cuanto más te alejes del camino, menos dinero te daré" -dije, imitando la voz de mi padre.
- Que horror -hizo una mueca de asco -. ¿Y qué será lo siguiente? ¿Ponerte una correa?
- No le des ideas.
Violetta estaba ahí, como siempre. Cada noche, al cerrar los párpados, ella me esperaba en mis más profundos sueños. En ellos, llevaba la ropa que le había prestado una vez en mi casa. Ella no crecía, nada en ella cambiaba. Su tiempo, para mí, se había detenido cuando tenía dieciséis años.
- ¿Qué te pasa? -me preguntó. Siempre me preguntaba lo mismo.
- Estoy triste, porque tú no estás.
- Pero estoy aquí -sonrió.
Estaba sentada en medio de un prado, apoyada contra el enorme tronco de un sauce llorón. Al fondo, el bosque parecía rodearnos, esperando para engullirnos cuando menos lo esperásemos. Me recosté sobre sus muslos y la miré directamente a los ojos. Aunque sabía que era un mero producto de mi imaginación, me encantaba mirarla así, hablar con ella. Era mi único consuelo. Alargué una mano para jugar con uno de sus rizos, enredándolo entre mis dedos.
- ¿Por qué te gusta tanto tocarme el pelo? -preguntó, de esa manera fingidamente molesta en la que solía hacerlo.
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El club de los corazones rotos
RomanceVioletta es una chica normal e introvertida cuyo mundo gira al rededor del sus amigos Joe, Jade y el recién llegado Zack. Como todas las chicas a su edad, está coladita por el chico guapo del instituto. Pero entonces, entre todos los problemas que c...