Lobos.

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- 8 de Julio de 2014 -


Ya había pasado la media noche, y la luna llena brillaba con más fuerza de lo normal en el cielo nocturno. Corría como no lo había hecho nunca, pero no notaba absolutamente nada; ni cansancio, ni dolor, ni nada. Quizás fuera por lo que Jade había dicho durante la reunión, o tal vez solo porque llegaba tarde a mi cita habitual en el parque.


"Tú sigue como si no hubiera pasado nada. Ya investigaré más a fondo y os iré contando", había dicho Jade. Pero, ¿cómo podría yo estar como si nada cuando, por fin, por primera vez, podía permitirme realmente creer que Andy y Violetta eran la misma persona? El sonido de la fuente comenzaba a llegar hasta mis oidos, y la tenue luz de las cada vez más escasas farolas se hacía más visible a cada paso que daba. Y allí, recostada contra el respaldo del banco de siempre, estaba ella. Se había girado en redondo para mirarme tan pronto como hube entrado en el parque.


- ¿Zack? -preguntó cuando llegué a donde estaba ella - ¿Estás bien?


- Si, ¿por qué?


- Parece que acabes de correr una maratón -me señaló.


- Acabo de hacerlo, más o menos -sonreí.


Andy ladeó la cabeza, sus enormes ojos ávidos de conocimiento tratando de abrirse paso dentro de mi cabeza, de leer mis pensamientos. Juraría que había un ligero rubor sobre sus mejillas, pero las manchas negras bajo sus ojos me distraían demasiado.


- Es la primera vez que te veo sonreír así -comentó.


- ¿Así, cómo?


- De verdad.


Sin esperar ningún tipo de respuesta por mi parte, se levantó de su lugar, lápiz en mano, y me hizo tomar asiento en la postura que en aquel momento más le apetecía. Aquella noche, me hizo recostarme sobre el banco, con la cabeza sobre un brazo, mirando al cielo. Yo me dejé hacer mientras me indicaba si quería que levantara más o menos las rodillas, si debía girar unos grados más la cabeza... De algún modo parecía distante, pero Andy no era lo que se decía una persona cariñosa o cercana. Tras varios minutos tratando de conseguir la pose deseada, se sentó en el suelo y comenzó a dibujarme. El sonido del lápiz contra el papel inundó el ambiente. Pero lo único que conseguía oír con claridad era el latido de mi propio corazón, que parecía emocionarse en el mismo instante en que recordaba la charla con Jade. "Cálmate, como si no pasara nada", me repetía.


- Pareces nervioso -dijo ella, sacándome de mis pensamientos.


Casi pegué un bote en el asiento, pero no la miré.


- Y tú parecer muy observadora hoy -traté de evadir el comentario.


- Siempre soy observadora -se defendió -. Y no evadas mis preguntas.


- Pero no has hecho ninguna.


- Pues, ¿por qué estás nervioso?

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora