Epílogo

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¿Qué es la vida? Nada más y nada menos que un conjunto de recuerdos, una amalgama de momentos compartidos o en solitario, de sentimientos y emociones que pasan, se olvidan y se rememoran después. Es un viaje que decidimos hacer solos o en compañía, por el cual recorremos los distintos senderos que se abren bajo nuestros pies a la par que caminamos. Y por el camino conocemos personas y nos separamos de ellas, tomas decisiones correctas y equivocadas, nos caemos y nos levantamos y, en definitiva, vivimos. Y mis compañeros de viaje habían sido fantásticos. Tanto, que habían pasado a formar parte de mi propia persona. Un camino tan difícil como el que habíamos recorrido juntos fue lo que unió nuestros destinos para siempre. 

Habían pasado ocho años desde lo ocurrido. Ocho años... Nunca recuperé todos mis recuerdos, pero había dejado de importarme hacía muchísimo tiempo, porque otros nuevos ocupaban entonces su lugar. Aunque ello no hubiera impedido que mis amigos hicieran todo lo posible por hacer que mi memoria volviera, contándome cada anécdota o momento que no había recobrado. Jade incluso me había llevado de vuelta al hogar donde crecí, que había quedado completamente vacío y como herencia hacia mí. No sería capaz de vivir allí, pero tampoco podía desprenderme de él, por lo que cada año, en el aniversario de la muerte de mis padres, hacía una visita a la casa y dejaba flores en el cementerio donde estaban enterrados. 

Charlotte vivió con nosotros desde que encerraron a sus padres en la cárcel, lo cuál no parecía ser un problema para la pequeña. Zack la mimaba demasiado como para que ella notara la ausencia de sus padres, levemente mayor a la habitual. Por su parte, él se había licenciado cum laude en filología inglesa y había entrado a trabajar durante un corto periodo de tiempo a una importante editorial. Meses después, cansado del papeleo, decidió que la pequeña librería de Allen le gustaba más que su despacho en un rascacielos del pleno centro. Y allí, en sus horas libres, escribió un libro que hablaba sobre asesinatos, secuestros y una chica que había perdido todos sus recuerdos. La novela se hizo lo suficientemente famosa como para darle algo de prestigio a su nombre. 

Jade había sustituido a un Montgomery cansado del ruido de la oficina y las negativas de la central a una mayor consideración por su cuartel. Con tan solo cinco años de carrera se convirtió en la jefa de su distrito. Allen trabajó codo a codo con ella, resolviendo los suficientes crímenes como para hacer respetar a su unidad en toda la ciudad. Ambos seguían manteniendo esa relación tan especial y, aunque a ella le costara reconocerlo, lo que había entre ellos era amor puro. 

Rubí desechó a mitad de carrera la idea de ser cirujana, repentinamente picada por el gusanillo de la repostería. Abrió una pequeña pastelería en el barrio que pronto se extendería por todo el país como una franquicia. Podría decirse que logró su sueño de ser "la jefa", aunque no dudaba un minuto en mancharse las manos para hacer algún que otro pastel. Hacía un año, una cadena de televisión se fijó en ella para ofrecerle su propio programa de repostería, oferta que ella no pensaba rechazar. Y en cuanto a Park... por fin logró que Rubí admitiera lo que sentía por él. Llevaban cuatro años de relación cuando él se tuvo que marchar a Chicago por un encargo especial del C.S.I, y fue entonces cuando convenció a Rubí para que aceptara casarse con él. La boda fue maravillosa, celebrada en mitad de un bosque y con pocos invitados.

Tras años escondido en un armario, Joe por fin le confesó a su madre su orientación sexual. Aunque la noticia no pareció tomarle por sorpresa a la mujer, se hizo de nuevas y le aceptó tal como era. Lo cual no significó que el pobre siguiera dando tumbos de desengaño amoroso y desengaño amoroso, buscando a su media naranja. 

En cuanto a Orange, fue la que más rápido decidió su futuro de todo el grupo. Mientras estaba en la universidad de cocina, recibió una beca de estudio en el extranjero que no dudó en utilizar. Y a su regreso se reencontró de nuevo con su príncipe de la comisaría, que resultó ser nada más y nada menos que Montgomery. Ella abrió su propio restaurante de comida tradicional con un toque de sí misma, y cuando él dejó el trabajo, fueron a cumplir el verdadero deseo de Orange: recorrer el mundo para estudiar su gastronomía. 

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora