Operación "Vincent"

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 - 20 de Julio de 2014 -

Fue como un flash. Como cuando el disparo de una cámara te ciega, y por un momento no puedes ver nada, salvo la luz residual manchando la realidad. Fue justamente así. Y donde estaba Zack, solo veía a Vincent con la pistola en la mano; y donde estaba la cadena, solo veía la puerta de la habitación y el pasillo a oscuras. Y durante esos instantes, no supe qué era real y qué no. El mundo habían enmudecido a mi alrededor, cubierto por el velo de la luz residual de los recuerdos. La imagen de los cuerpos sin vida de mis padres se había quedado grabada a fuego en mi retina. 

 - ¿Andy? -repetía Zack una y otra vez - ¿Andy, estás bien? ¿Te duele algo? No llores, no te preocupes. Te voy a sacar de aquí en un momento...

 - No -logré susurrar, con la voz quebrada.

Poco a poco mis ojos se iban adaptando a la oscuridad de la realidad, hasta poder distinguir de nuevo a la figura que tenía frente a mí. La forma en que me miraba, tan intensa, me hizo encogerme en el sitio. 

 - No digas eso, claro que vamos a salir de aquí -insistió.

Negué con la cabeza, las lágrimas derramándose por mi cara. Hasta ese momento no fui consciente de que había empezado a llorar. 

 - No me refiero a eso.

 - ¿Entonces? -me miró, confuso.

Tragué saliva con dureza y levanté lentamente la mirada. Estaba asustada, aterrada. No quería reconocerlo en voz alta, pero las palabras luchaban por salir de mi garganta. Y yo no tenía fuerzas para retenerlas. 

 - No soy Andy, ¿verdad?

El mundo dejó de girar. Mis pulmones ya no aspiraban aire, y mi corazón había parado de bombear sangre por mis venas. El tiempo se había detenido para los dos. Los ojos de Zack se abrieron lentamente, tan azules como eran, sin despegarse un solo momento de los míos. La expresión de su rostro se volvió severa y lo que parecía asustada. Apretó los labios en una fina linea, y entonces lo supe. Supe que aquel sentimiento de familiaridad que sentía cuando estaba a su alrededor, esa sensación de que nos conocíamos desde hacía mucho tiempo, no era ninguna ilusión. ¿Cómo podía haber estado tan ciega? ¿Por qué no me había dado cuenta? 

Apreté los dientes y los puños, clavando mis uñas en las palmas hasta que estas comenzaron a sangrar. 

 - ¿Has... recordado? -preguntó él. Hablaba con calma y cautela, como si temiera mi reacción.

Volví a alzar la mirada y sonreí con tristeza. 

 - Solo la muerte de mis padres -conseguí decir.

Las palabras parecían haberle hecho daño, pues cerró los ojos al escucharlas, frunciendo el ceño. Pero se recompuso para volver a mirarme.

 - ¿Nada más? 

Negué con la cabeza. Había esperado que, al recuperar algún recuerdo, el resto fuera como tirar de un hilo. Pero no era así. Era peor que no recordar nada. Tenía la extraña sensación de tener todos los recuerdos asomando por mi mente, pero era como jugar con ellos al escondite. Cuando iba a cogerlos, desaparecían, dejando tras de sí un halo reminiscente e intangible. 

 - Andy, mírame.

Levanté los ojos, confusa al escuchar aquel nombre que sentía como mío, pero que sabía que no me pertenecía. La expresión de Zack había cambiado, y parecía entonces más seguro de sí mismo que nunca. 

 - Sé que estás confusa, herida y asustada, pero necesito que confíes en mí. Te voy a sacar de aquí, y cuando estemos fuera te lo contaré todo. Todo lo que no recuerdes, todo lo que quieras saber. 

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora