Tras la pista

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- 7 de Julio de 2014 -



- Pero eso es imposible -exclamaban Joe y Rubí a la par.


Volví a explicarles una y otra vez todo lo que sabía: sobre cómo se habían conocido Andrea y Zack, sobre cuánto se parecía a Violetta físicamente, sobre la condición sospechosa de su padre y sobre su identidad confirmada. Era decepcionante, pero era la realidad.


- Lo dices porque no la has visto cara a cara -dijo Joe -. Te aseguro que era ella.


- Podía sentirlo incluso en mis huesos, Jade. En lo más profundo de mí misma.


- Chicos... -suspiré, cansada. Nadie quería creerselo tanto como yo - tengo que seguir trabajando. ¿Qué os parece si lo hablamos esta noche, en casa? -ambos me miraron con desconfianza - Todos -apunté -. Zack incluido.


Pese a las reticencias, aceptaron el trato y desaparecieron tan rápido como habían llegado, dejándome de nuevo con mi montaña de papeleo y un vaso de café amargo y altamente edulcorado. Tenía que concentrarme en mi trabajo. De momento, lo único que podía hacer era investigar la parte de Vincent y tratar de descubrir alguna relación fuera de la de cliente-camarero con la víctima.




Golpeé la puerta tres veces hasta escuchar unos pasos al otro lado. El sonido de la mirilla se anticipó al de los goznes de la puerta al girar, y tras ella, la versión adulta de Violetta me miraba con ojos vacíos. Verla cara a cara era como recibir mil balas directamente sobre el pecho, como dejar que me golpearan hasta el punto de sentir que la vida se me escapaba. Permanecí en silencio, sorprendida por el increíble parecido, durante algunos minutos (quizás una eternidad entera, no estaba segura) hasta que ella carraspeó para que me identificara. Saqué mi placa, mostrándosela.

- Soy la agente Poison. Quería hablar con Vincent Prescott.


- Se acaba de marchar -contestó ella, con una voz dolorosamente parecida a la de Vii.


- Tú eres su hija, ¿verdad?


- Sí.


- Me gustaría hablar contigo también, si no te importa.


La muchacha parecía dudar, pero finalmente me invitó a pasar. El interior de la casa era lo más normal del mundo, con fotos familiares colocadas por casi todas partes. En algunas aparecía una mujer verdaderamente hermosa, de ojos verdes y pero castaño. Del mismo color que el de Andrea. Tras insistir en preparar una taza de té para ambas, tomamos asiento en un amplio sofá en el salón.


- ¿Conocías a este hombre? -dije, mostrándole una foto de la víctima.


Ella la miró con atención durante algunos segundos, sus enormes ojos oscuros escrutando el rostro del hombre. Después, negó con la cabeza.

- Creo que una vez lo vi en el bar de mi padre, pero no lo conocía. De todas maneras tampoco estoy muy segura.

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora