Angus

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 - 22 - de julio de 2014 - 

Había dos niñas pequeñas sentadas en las butacas de un teatro. Estaban representando una obra infantil, llena de colores y personajes divertidos, pero las niñas no le hacían ni caso. Jamás habían hablado antes, pero en ese momento no dejaban de charlar. Tanto era el escándalo que la profesora no hacía más que regañarles.

 - ¿Conoces la serie de Sakura? -dijo una de las niñas. 

 - ¡Me encanta! -le respondió la otra. 

Y así fue como empezó su amistad; así fue como conocí a Jade. Tan fácil como eso. A pesar de las regañinas de la profesora, las niñas salieron entre risas del teatro, y ya nunca se separaron.


Notaba los párpados pesados, todo el peso de mi cuerpo como si estuviera hecho de cemento y hormigón. A mis oídos llegaban voces que no terminaba de entender. No era capaz de descifrar en que momento me había dormido, así que traté de repasar lo último que recordaba. La casa de Jade, la noche con Zack, el sótano de Vincent...

Aterrorizada traté de levantarme de golpe, abriendo los ojos de par de par. Como único resultado obtuve un gran dolor en la cabeza y el brazo, pero descubrí que ya no me encontraba en el sótano. No me costó demasiado identificarla como una habitación de hospital. Junto a la ventana y enfrascada en una conversación por teléfono estaba Jade. Tan pronto como la vi se me saltaron las lágrimas. Había conseguido recobrar algún recuerdo, y ahora que sabía lo importante que había sido ella para mí no podía evitar preguntarme cómo fui capaz de olvidarla; cómo fui capaz de olvidarlos a todos. 

 - Si, iré por la noche -decía ella, que aún no se había percatado de que estaba despierta -. No, aún no. Aún no se lo he dicho. Está bien, pero sigue dormi... -dijo, girándose para mirarme. En cuanto me vio, con los ojos abiertos y mirándola, pegó un brinco en el sitio y dejó de hablar - Tengo que colgarte. Luego te llamo -se apresuró a decir. 

Se acercó rápidamente a la cama y posó sus manos a ambos lados de mi cara, apretando mis mofletes con cara de auténtica preocupación. 

 - ¡Dios mío, estás despierta! ¿Estás despierta? Si, lo estás -comenzó a exclamar, con los ojos vidriosos y voz nerviosa -. Llevabas tanto tiempo durmiendo que ya pensaba que no despertarías. El médico dijo que solo era por el cansancio y el estrés, pero... -las palabras le salían atropelladas y a trompicones, lo cual hizo que soltara una pequeña risita - ¿Estás bien?

 - Me duelen la cabeza y el brazo-contesté. 

 - Es normal, te diste un buen porrazo. Gracias al cielo la bala apenas rozó ningún músculo del brazo, así que estarás bien con un poco de reposo. 

¿Bala? Oh, es cierto, Vincent me disparó antes de desmayarme. Miré hacia abajo para encontrarme con un vendaje unos centímetros por debajo del hombro. Entonces la imagen de Zack saltó de pronto a mi mente como una señal luminosa. Giré la mirada, espantada, hacia Jade para preguntarle por él. Pero las palabras no hicieron falta. Después de tanto tiempo había cosas que no cambiaban.

 - Le operaron de urgencia. La bala se le había alojado entre las costillas y casi le perfora un riñón. Había perdido mucha sangre y fue algo complicado... 

 - ¿Está...? -comencé a preguntar con la voz rota y los ojos cargados de lágrimas.

Ella negó con la cabeza.

 - Está en estable, pero en coma. El médico dice que es algo normal, que puede tardar algunos días en despertar. Pero siempre queda el riesgo de que no lo haga -dijo las últimas palabras con acritud, como si el simple hecho de pronunciarlas ya fuera lo suficientemente desagradable.

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora