The Cave

707 54 6
                                    

- Nuevo caso, Poison -dijo la voz de Montgomery mientras una carpeta con una cifra garabateada en rotulador negro se deslizaba por la mesa hasta mi.

- ¿Otro? -pregunté, desanimada - Ya estoy hasta arriba de trabajo.

- Te lo advertí -sonrió con satisfacción -¿Que casos estabas llevando?

Llevaba dos casos de irrupción dentro de la casa de la señora Morrison (una anciana que parecía tener por hobby darle trabajo a la policía por la mas mínima minucia), un robo (de una caja llena de diamantes, según el denunciante) y cuatro secuestros (de gatos y demás animales de compañía), entre otros tantos menos interesantes. Comenzaba a sospechar que me pasaban lo casos que nadie mas quería simplemente por diversión.

- ¿Algún problema, Poison?

- Ninguno, señor -traté de sonreír.

- Así me gusta. Tengo la sensación de que este caso te gustara- me guiñó un ojo y volvió a desaparecer tras la puerta de su despacho.

Resoplé, resignada. No me extrañaba que todos mis antecesores hubieran desertado en menos de lo que cantaba un gallo. La comisaría era un caos, había montañas de archivadores llenos de casos pendientes (algunos de ellos serios y otros... como los que me daban a mí), y primaba la ley de la antigüedad: cuanto más tiempo llevabas trabando allí, mejores eran los casos que te asignaban. De cualquier manera, abrí el dossier, completamente decidida a encontrarme otro caso de hurto. Pero no fue así. Tan pronto como lo vi los ojos me hicieron chiribitas. Salí disparada al despacho del jefe e irrumpí dentro sin ni siquiera llamar, sorprendiendo a Montgomery, que se disponía en ese preciso instante a beberse un café. El hombre me miro, sorprendido y furibundo.

- ¿Esto es de verdad? ¿Este caso es mío?

- Pensaba que querrías una oportunidad para demostrar lo que vales. No hagas que me arrepienta de habértelo asignado.

- Gracias -sonreí, y esa vez lo hice de verdad -, muchas gracias. No le decepcionaré, señor.

Tuve que contenerme de forma sobrehumana para no salir dando saltitos e ir pasándoles el dossier del caso por la cara al resto de mis compañeros de trabajo. En su lugar, opté por intentar parecer dura e indiferente y dejar ponerme manos a la obra directamente. Aparqué a un lado mi lista de casos sobre gatos desaparecidos, reemplazándolos por un hermoso caso de asesinato. Aquella misma madrugada se había encontrado el cadáver de un hombre de mediana edad en el bar "The Cave". Arrugué la nariz instintivamente al descubrir que apenas había pistas. Mi primer caso serio y tenía toda la pinta de ser de esos que, al final, nunca se resuelven...

The Cave era un lugar completamente propio de su nombre. Un edificio solitario, a la entrada de la carretera que salía de la ciudad, casi totalmente aislado del barrio. Fuera se extendía un gran aparcamiento medio vacío de arena y tierra con lineas blancas pintadas en el suelo para distinguir el espacio que pertenecía a cada coche. Dentro la iluminación era tan escasa que tardé un par de minutos en acostumbrarme a ella. Varios policías (criminologos, supuse) marcaban y recogían pruebas por todos lados: botellas, pisadas, papeles, colillas de cigarros... La puerta trasera se encontraba abierta de par en par, y fuera, más aparcamientos.

Y allí, entre el montón de lineas blancas, yacía el cuerpo sin vida de un hombre. En su pecho se dibujaban dos manchas rojo carmesí, que habían derramado parte de su sangre sobre la arena. No sentí nada al verlo, salvo lástima. Era joven. Más de lo que una persona debería de ser al morir.

- ¿Es usted la oficial al cargo? -me preguntó uno de los policías que pululaban por ahí, con sus guantes y bolsitas de pruebas colgando del cinturón.

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora