Una tarde, a eso de las cuatro

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- 7 de Julio de 2014 -


Andy había dado el primer paso. Por primera vez, había tomado la iniciativa de algo. Y yo estaba tan absorto pensando en ello, tan emocionado imaginando cómo se vería a la luz del sol (como si no la hubiera visto suficientes veces, es decir, cuando era Violetta) que al llegar al apartamento ni siquiera me molesté en no hacer ruido. Aunque de poco hubiera servido mi usual sigilo para escaparme de un Joe que me esperaba, sentado en el sofá y con los brazos cruzados, cual madre cuyo hijo acaba de volver de farra. Aunque estaba claro que la fiesta se la había dado él, no yo. Estaba completamente despeinado, con unas ojeras que le llegaban hasta el suelo y esa cara de alguien a quien aún no se le ha pasado del todo la borrachera. Carraspeó, dando golpecitos con el pie para hacerme saber que estaba molesto.


- ¿Me vas a decir de dónde vienes?


- Acabo de salir a dar una vuelta.


- Mientes. Llevo aquí más de tres horas.


Mierda. ¿Qué excusa le iba a poner? "No puedo dormir de noche porque las pesadillas no me dejan, así que voy a un parque a pocos pasos de aquí para encontrarme con una chica que es idéntica a esa que me gustaba, pero que ni siquiera llegó a ser mi novia. Ya sabes, la que desapareció después de ser sospechosa del asesinato de sus padres. Si, esa misma". No podía decirle la verdad. ¿O si? No, no podía. Y no por el simple motivo de sentirme más cómodo ni evitarme una buena charla sobre mi dudosa salud mental, sino porque no quería que Joe tuviera las mismas esperanzas que yo. Ni siquiera Jade creía que Andy fuera aquella amiga que todos perdimos. Incluso una parte de mí lo dudaba.


- He estado dando vueltas -dije finalmente -. No podía dormir. Ya sabes, las pesadillas.


- ¿Aún las tienes? -abandonó su postura agresiva de pronto, mostrando preocupación - Pensaba que últimamente habían mejorado.


De hecho, desde que veía a Andy, si que lo habían hecho. Pero aún persistían, inagotables e inamovibles. Se habían instalado en lo más profundo de mi cerebro y tenía la sensación de que jamás me abandonarían, como tampoco lo haría el recuerdo de aquellos cuerpos tirados en su propia sangre.


- Simplemente no podía dormir -me encogí de hombros -. No te preocupes.


- Claro que me preocupo. Mira, Zack... Sé que Jade ha sido la que más te entiende y la que más ha estado a tu lado con lo de Vii, pero yo también estoy aquí. Siempre lo he estado. Si quieres hablar...


Ver a Joe así de preocupado por mí mientras yo me dedicaba a pasar las noches con una chica de la que no podía contarle nada me partía el corazón. Era una mala persona, y lo sabía. Pero, ¿cómo podría decírselo? ¿Le haría algún bien saberlo? Me había prometido a mi mismo que ocultaría a Andy hasta que tuviera alguna prueba de que era Violetta, y pensaba cumplirla. Así que me limité a asentir y cambiar de tema de la forma más delicada en que fui capaz, bajo una triste mirada de Joe.




Bien. Me había duchado, vestido (cuatro veces, de hecho) y llevaba al rededor de quince minutos dando vueltas frente a la puerta, haciendo tiempo para no llegar demasiado pronto y conseguir que Andy pensara que me moría por verla. Pero, ¿a quién quería engañar? Si que lo hacía. Recorrí la escasa distancia entre cada pared un par de veces más, agradeciendo en silencio que Joe tuviera una cita con el chico del super y no pudiera verme en ese momento. Entonces, el reloj marcó las cuatro menos diez, suficiente para hacerme dar un bote sobre los talones y salir escopeteado por la puerta. Traté de caminar con tranquilidad, pero los diez metros que separaban el bloque del parque se hicieron más cortos aún bajo mis ansiosas pisadas, así que acabé llegando antes de lo que debía.

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora