Los dulces frutos de la juventud.

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Habían pasado tres días desde la conversación con Zack. Tres largos, incómodos y extrañísimos días. Tres días en los que no había parado de darle vueltas en la cabeza a las palabras que había dicho Zack. Bueno, las había dicho yo primero, pero no estaba en condiciones, así que no cuenta. La cuestión es que para él aquel beso había sido solo un choque accidental entre nuestros labios, y aunque yo pensaba lo mismo, comenzaba a sospechar lo contrario. 

Gracias a los cielos llegó el día de despedirnos (no me malinterpretéis, que los quiero mucho y eso, pero necesitaba un tiempo sola). Claro que mientras ellos salían por la puerta, entraban mis padres. Mi madre, como siempre, cariñosa y cargada de recuerdos para relatarme. Y mi padre, como... solo hacía en ocasiones especiales, estaba de un buen humor suficiente como para invitarnos a comida china. La noche pasó entre fotos de Italia y arroz tres delicias, hasta la tan deseada hora de dormir. Pero el destino había decidido no dejarme en paz aquel día. El teléfono comenzó a vibrar en el bolsillo de mi sudadera. 

        - ¿Si? -pregunté, haciéndo todo lo posible por no dejar notar mi mal humor.

        - ¿Estás dormida? -dijo la voz de Jade al otro lado del teléfono.

        - Si, hablo en sueños.

        - Vale, entonces cuéntame.

        - ¿Qué quieres que te cuen...?

        - ¿Qué vas a hacer mañana? -me interrumpió.

Despegué el teléfono de mi oreja para mirar la pantalla. Al día siguiente era lunes. ¿Tenía yo algo que hacer el lunes? Entonces caí en la cuenta. Lunes significaba instituto. Instituto significaba Mike. Mike significaba esconderme bajo tierra. ¿Por qué uno nunca tiene un bunker a mano cuando lo necesita? 

        - Mierda... -susurré.

        - No se te había ocurrido pensarlo, ¿verdad? 

        - Ni por asomo -asentí, dejándome caer en la cama - ¿Qué hago?

        - Mike me ha preguntado por tí -dijo ella, tras unos segundos de silencio -. Creo que él tampoco sabe que hacer ahora. 

        - ¿Qué no sabe qué hacer? ¡Pues que no me hubiera soltado la bomba y se hubiera ido tan tranquilo! 

        - Opino lo mismo. Mikel tiene el tacto en el mismo sitio que las avispas. 

        - ¿Qué ha pasado, Jade? ¿Desde cuándo tengo yo que preocuparme por cosas como estas?

        - Sabía que llegaría este día en el momento en que empezaste a usar sujetador, pequeña -contestó ella al otro lado con ese tono que solo ella podía poner de "soy una mama osa y tengo que proteger a mi cachorrita". 

        - Qué graciosa eres -contesté amárgamente.

        - A ver, lo primero de todo es saber qué quieres.

        - De eso se trata, lumbreras, de que no sé lo que quiero. 

        - Pues inténtalo -dijo ella. 

Ambas guardamos silencio. Sabía lo que eso podría suponer para ella, o lo creía. Era el ex de una amiga, de mi hermana. Pero era ella quien me instaba a hacerlo. ¿Sería lo correcto? La idea de que el Dios griego del instituto fuera mi novio resultaba bastante atractiva, pero eran tantos los puntos en contra... ¿Merecería la pena? 

        - No lo se, Jade. Mañana hablamos, que me muero de sueño.

        - Que descanses, pequeña. 

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora