Resaca

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Abrí los ojos lentamente, tratando de adaptarme a la luz solar que entraba por Dios sabía dónde. Un dolor profundo y agudo parecía perforarme la cabeza. El estómago me daba vueltas y me dolía todo el cuerpo. ¿Dónde demonios estaba? ¿Qué me pasaba? Y lo más importante: ¿qué había pasado el día anterior?

Me imcorporé de golpe, repentinamente asustada. Craso error. Todo lo que había comido antes de la fiesta de Mikel subía en un torrente desde mi estómago. Ahogué una arcada. Mierda. Me encontraba como si acabaran de atropellarme. Miré a mi alrededor. A duras penas distinguí que estaba en mi dormitorio. ¿Cómo había llegado allí? La persiana estaba casi totalmente bajada, pero dejaba entrar la luz suficiente como para que me resultara molesto. No me gustaba la oscuridad, pero en ese momento sentía que la necesitaba. Algo se movió a un lado de mi cama y yo pegué un bote en el sitio, que solo sirvió para producirme otra arcada. 

Zack estaba sentado en el lado opuesto de la cama, recostado contra el armario (que le servía de apoyo) y con los ojos cerrados. Aún llevaba la camisa y los pantalones del disfraz, pero su cabello ya no estaba peinado hacia atrás, y el maquillaje que hacía lucir su piel más pálida de lo normal había desaparecido. Dormía plácidamente. Al verle sentí un pinchazo en el corazón. Pero no tuve tiempo de hacerle demasiado caso, ya que el revoltijo que tenía en el estómago amenazaba con salir y tuve que correr en dirección al baño para no causar ningún desastre mayor. 

Después de dejar salir todo lo que había comido el día anterior (os ahorraré descripciones más detalladas) volví a la cama. Bajé del todo la persiana, me tapé hasta las cejas y cerré los ojos. 

Cuando desperté de nuevo, Zack estaba sentado justo a mi lado. Me pasaba un paño mojado por la frente, mirándome con preocupación. 

        - ¿Te he despertado? -me preguntó, tan bajito que me costó escucharle.

        - No -mentí -. ¿Qué ha pasado?

Él me miró con el ceño fruncido. De nuevo sentí un pinchazo en el pecho, un dolor fugaz e intenso. Una vocecita en mi cabeza me decía que había hecho algo horrible, pero no lograba recordar qué.

        - ¿No recuerdas nada?

 Yo traté de hacer memoria. Recordaba a Jade en el coche. Recordaba llegar a la casa, a Zack susurrarme que estaba preciosa (me sonrojé inmediatamente), entrar en la fiesta, a la zorra de Diana, a Mikel... Recuerdo cómo me besó, cómo yo no me aparté, y cómo Zack me sacó de allí. Y de pronto, todo estaba borroso.

        - Lo recuerdo todo hasta sallir de la casa -comenté, llevandome las manos a las sienes para masajearlas -. ¿Qué cojones me dió Mikel?

        - Eso quisiera yo saber... -contestó él, apartándose repentinamente de mí. 

Había algo en sus ojos, algo que no supe identificar. Algo que me hacía querer abrazarlo, preguntarle qué le pasaba y darle un chocolate caliente para que me lo contara todo. Pero también algo que me decía que no me acercara. Parecía un animal herido. El corazón se me encogió dentro del pecho. Por algún motivo, noté las lágrimas asomarse por mis ojos.

        - ¿Te he hecho algo malo? -pregunté, temiendo la respuesta.

Él me miró fijamente a los ojos. El silencio nos envolvió durante lo que me pareció una eternidad. Finalmente, negó con la cabeza y esbozó una leve sonrisa.

        - No. Simplemente me tenías muy preocupado.

        - Me encuentro fatal, Zacky -dije cuando otra punzada de dolor me atravesó todo el cuerpo. 

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora