El laberinto

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 - 20 de julio de 2014 -

Habría parecido solo una nave abandonada más, de no ser por los dos coches aparcados fuera. Un par de farolas en no muy buen estado alumbraban pobremente la puerta de entrada, en la que se podía ver a un hombre descansar contra la pared de cemento, como medio ido. Lo que me preocupó fue ver que tenía una pistola en la mano, y un walkie-talkie enganchado en el cinturón. Volví a ponerme a cubierto, tras la pared de la nave más cercana. Tenía la respiración agitada y las manos ligeramente temblorosas, pero mi resolución era más clara que todo eso. A mi lado, Allen parecía tenso. Casi podía leerle los pensamientos: "ese hombre tiene un arma, y dentro habrá más tipos armados, y esto podría no salir muy bien". 

Y era cierto. Habíamos ido por libre, sin el respaldo del resto del cuerpo de policía, y en compañía de un hombre de honradez dudosa. Sería cuestión de tiempo que alguien de la oficina encontrara aquella nave y mandara una patrulla, por lo que solo tendríamos unos treinta minutos para actuar a nuestras anchas. Mi mirada fue lentamente hacia Angus. Permanecía hierático, mirando fijamente el mismo punto donde poco antes había reparado yo. Y en sus ojos vi tanto odio, tanta ira, que sentí escalofríos. En su mano izquierda aferraba un revolver colt phyton por el cual no pensaba preguntar ni preocuparme hasta que todo hubiera terminado. 

 - ¿Estáis listos? -pregunté.

Allen asintió a mi lado, pero Angus se giró para mirarme con seriedad y el ceño fruncido.

 - Ese sitio es un laberinto por dentro. Sería fácil separarse y perderse. Y probáblemente no tengamos cobertura dentro.

 - ¿Cómo lo sabes? -preguntó Allen.

 - Mi fuente me lo ha dicho -fue todo lo que contestó.

Saqué mi Glock 37 y la apreté con fuerza, y le pasé otra a Allen. No se inmutó, simplemente la tomó entre sus manos como si fuera un gesto casi natural, y se posicionó, listo para salir. Ambos asentimos, sabiendo que estábamos preparados para lo que vendría después. 

 - Una última cosa -dijo Angus -. No tengo la intención de atrapar a Vincent. ¿Entiendes?

Sus ojos casi negros brillaban con el fuego de la venganza. Me pareció escuchar la voz distante de Violetta, ensimismada en la creación de un nuevo personaje, describirlo como "un viejo fantasma al que solo mantenía con vida su férrea determinación". Así lo habrían visto sus ojos, y así lo veían en ese momento los míos. Asentí lentamente con la cabeza, bajo la preocupada mirada de Allen. Y avanzamos hacia la entrada.


 - 20 de julio de 2014 -

Los pasillos estaban completamente a oscuras, y solo se escuchaban pasos y gritos distantes entre el sonido de nuestras respiraciones alteradas. Caminábamos a tientas, palpando con las manos las paredes en busca de nuevas puertas que poder abrir, rezando en silencio por encontrar la que nos llevara a la salida. Pero, ¿qué haríamos al salir? Habría más gente fuera, estaba segura de ello. 

 - ¿Estás bien? -preguntó la voz de Zack, a unos centímetros por delante. 

No lograba verle entre las espesas sombras del pasillo, aunque el tacto de su piel ahí donde nuestras manos se tocaban resultaba reconfortante y tranquilizadora. Cada puerta que habíamos parecía guiarnos a un sinfín de pasadizos laberínticos sin destino ninguno. Pero lo que más me preocupaba era Zack. Respiraba con dificultad, y  la mano con la que me agarraba, húmeda por la sangre de las muñecas, estaba cada vez más fría. 

De pronto, unos pasos se escucharon más cerca que el resto. Al fondo del pasillo comenzaba a verse una luz, seguramente de una linterna. Aún estaba lejos, pero en pocos segundos alcanzaría a vernos. En un instante Zack tiró de mí y la luz se perdió de vista. Supe que habíamos entrado a una nueva habitación al escuchar el leve sonido de una puerta al cerrarse. Palpamos con las manos el pequeño cuartillo en que nos encontrábamos. Parecía un pequeño almacén, todo lleno de muebles cubiertos por sábanas. No había salida.

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora