El pijama de estrellas

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        - Cariño, ¿estás bien? -decía la voz de mi padre desde detrás de la puerta.

Asomé la cabeza por encima de las mantas, lo justo y necesario para que mis ojos quedaran a la vista. Asentí, explicándole a mi padre que simplemente estaba cansada por la fiesta de cumpleaños. Y él no me pidió más explicaciones. Se marchó al bar, como siempre, pero no sin antes advertirme de que quería verme levantada cuando volviera. Yo me limité a zambullirme de nuevo bajo las sábanas. No quería saber nada de lo que pasaba en el mundo exterior.

Hablar con Jade solo había conseguido dejarme más triste y confundida de lo que ya estaba. Y si la noche del viernes no había podido dormir nada, la anterior no sería menos. Había pasado las horas muertas, entre mirar al techo y llorar a ratos. ¿Yo, enamorada de Zack? Cerré los ojos, tratando de no pensar en nada y de dejarme llevar por el sueño.

       

- La noche anterior - 

        - Vii, estás enamorada de Zack -esas fueron sus palabras exactas. Jade me miraba con una mezcla entre pena y temor -. Quizás sea difícil de distinguir esa clase de sentimientos para ti, ya que nunca te habías enamorado, pero...

        - ¿Enamorada? -dije, con un hilo de voz - No, Jade. Eso no puede ser.

        - Créeme que te conozco lo suficiente como para darme cuenta.

        - No, no, no -negué con nerviosismo -. Zack es un gran amigo, es como mi hermano. No puede ser.

Jade desvió la mirada, como si supiera que lo que me estaba diciendo era demasiado difícil de asimilar en aquel momento. 

        - Estoy segura de que, si lo piensas detenidamente, se tadás cuenta de que sientes algo por él muy distinto a lo que sientes por Joe o por mí.

Así, sin más, se levantó y comenzó a caminar, alejándose del banco y dejándonos a sus palabras y a mí solos. 

Abrí los ojos de nuevo. Morfeo había decidido no acojerme en sus brazos, y estar en la cama comenzaba a cansarme. Me obligué a levantarme y vagué por la casa, como alma en pena, buscando algo que me apeteciera hacer. Pero nada llenaba el terrible vacío que sentía en mi interior. Ese vacío que había dejado Zack. 

Algo chocó contra la puntera de mis zapatillas, llamando mi atención. Un bloc de dibujo, a medio colarse debajo de uno de los muebles de mi habitación. Me agaché a recogerlo para echarle un vistazo. Y automáticamente, el corazón se me cayó a los pies. Eran todo dibujos de Zack, bocetos echos en blanco y negro de todos aquellos momentos en que había deseado desde lo más profundo de mi alma retratárlo. Recordaba con cariño uno de ellos en especial. Lo había hecho uno de los días que habíamos pasado todos juntos en mi casa. Jade y Joe se habían dormido en el sofá, y Zack y yo nos habíamos trasladado a mi habitación, solo para evitar escuchar sus ronquidos. Él había sacado el teclado de piano que yo guargaba en un rincón y se había puesto a tocar. Y yo, tentada, no pude evitar sacar un papel y un lápiz y ponerme manos a la obra. En varias ocasiones, me había descubierto mirándole fijamente. Pero él simplemente me sonreía y seguía a lo suyo. 

Una tímida lágrima mojó el dibujo que sostenía entre mis temblorosas manos. Y tras esa otra, y otra, y otra más. Había miles y miles de dibujos; miles y miles de Zacks. Pensé en todos los momentos que había pasado con él. En cómo había saltado mi corazón en varias ocasiones por su culpa. En cómo me hacía sentir.

Y por fin, acepté en silencio que quizás, y solo quizás, Jade tuviera razón.

Tenía alrededor de cuarenta llamadas perdidas y sesenta mensajes de Jade, Joe, Rubí y Mikel. Hice una mueca de asco al ver al último. El simple hecho de recordar con qué desprecio había hablado de Zack me revolvía las entrañas. Aquel día se suponía que tendría mi fiesta de cumpleaños. Pero, como Jade habría supuesto la noche anterior, no estaba de ánimos. Así que, a falta de reuniones con tarta y globos, reciví una lluvia de llamadas y mensajes de felicidades y preocupación. Joe era el que más había insistido en ello. "¡¡Llámame!!" era su último mensaje.

Me decidí a marcar su número de teléfono más o menos a media tarde. Joe estaba verdaderamente preocupado por mí, y me insistió (obligó subliminalmente) con que fuera a su casa a "tomar el té". Así pues, me presenté en el domicilio de mi señor amigo lo más rápido posible, solo para evitar una nueva oleada de llamadas preguntándome dónde estaba y por qué tardaba tanto. Joe me recivió con su magnífico pijama de ositos polares y tendiéndome otro pijama a mí. He de explicar que, para Joe y para mí, era una especie de tradición ponernos los pijamas, meternos en el brasero y tomar helado de chocolate siempre que alguno de los dos estaba deprimido. Me cambié en apenas unos segundos, colándome dentro del traje de pelito sintético decorado con estrellas, y me senté junto a él en el sofá, donde me esperaba con una tarrina de Ben & Jerry's de cookie. 

        - Bueno, cuéntame -dijimos los dos a la vez.

- Primero tú -se me adelantó.

Tomé aire y comencé a relatar (otra vez) lo que había pasado en el parque. Pero esa vez omití ciertos detalles sobre cómo me había sentido. No era que no quisiera contárselo a Joe; él era mi mejor amigo. El mío y el de Zack. Ellos dos habían estado muy unidos desde que se conocieron. Por eso temía que pudiera contarle algo a Zack sobre todo aquello. Era mejor que, por el momento, nadie supiera de mis "tal vez" sentimientos por Zack.

- Espera, espera -me cortó de pronto -¿has roto con Mikel?

- Eso parece - me encogí de hombros.

Ese era un punto que no tenía realmente claro. Yo me había dado cuenta de que, más allá de mis bonitas fantasías adolescentes, Mikel no me interesaba. Y después de ver cómo había sido capaz de hablar de Zack, no quería ni siquiera mirarle a la cara. Mis intenciones habían sido muy claras cuando le dije en el parque que no quería un novio como él. ¿Pero lo habría entendido así él?

- Y ahora cuéntame tú. Dime todo lo que sepas -demandé.

- Zack está pasando por un mal momento -parecía incómodo al hablar, como si supiera que estaba haciendo algo que no debía.

- No me digas, genio -dije, sarcástica.

- Fuera de coñas, Vii. Verás, él no se lleva muy bien con su familia. Y al parecer, llevan un tiempo... muy distanciados.

Se me cayó el alma a los pies. Era la primera vez que oía algo así. Pero claro, Zack nunca hablaba de su familia, salvo para mencionar alguna anécdota sobre su hermanita, a la que adoraba.

- Desde anoche se está quedando en mi casa -continuó -. Ahora mismo ha ido a coger ropa a su casa y cosas así.

- ¿Tan mal están las cosas en su casa? -pregunté con un hilo de voz.

Él asintió con la cabeza.

- Pero no termino de entender que tiene eso que ver conmigo, para que de pronto no quiera hablar conmigo me llame facilona por teléfono.

- Te he dicho que no puedo contarte gran cosa -se encogió de hombros, con una mirada que significaba "no me tires de la lengua, te lo suplico" -. De todas formas, estoy seguro de que ya mismo te lo contará él mismo.

Asentí, sabiendo que no conseguiría nada más de Joe. Pero agradecía de todo corazón que Joe se hubiera preocupado tanto por mí. Pasamos un par de horas más charlandp sobre el misterioso Karl. Definitivamente, los sentimientos de Joe habían resultado correspondidos. Pero, por algún motivo, Karl se negaba a compartir una video llamada con él. Yo me guardé para mí misma mis sospechas, no queriendo desanimar a mi amigo por un detalle tan insignificante.

Así, recogí mis cosas, dejé el pijama de estrellas en su sitio, y volví a mi casa un poco más tranquila de lo que había salido. Aunque no sin el peso aún de las palabras de Jade. Necesitaba pensar detenidamente en ellas. Quizás, en el fondo, ya sabía la respuesta a todas mi preguntas, y tan solo me negaba a admitirlas.

        

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora