La fiesta de Halloween

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-31 de Octubre de 2012-

        - Bien, ha llegado el día -susurré con resignación, mirando mi reflejo en el espejo.

Aquella mañana habíamos dejado las cosas preparadas en mi casa para la celebración posterior a la fiesta, y acto seguido, los chicos habían ido a casa de Zack a prepararse. Jade se había empeñado en que no nos vieran hasta que llegáramos a casa de Mikel. Ellos irían en el coche de Zack, y nosotras en el de Jade (si, amigos, Jade conducía, y la muy perra apenas sacaba el coche del garage). 

Y ahí estabamos nosotras, aún disfrazadas de personas normales, mirando los trajes para la fiesta extendidos sobre mi cama. No es que no me gustara mi disfraz, era solo que no me gustaba puesto en mí. 

        - Al turrón, hermana -dijo Jade, dándome una palmadita en la espalda. 

Con un rápido (y algo violento) movimiento, me sentó en una silla, cogió un cepillo y unas tenacillas, y comenzó a adecentar mi cabello. Era tan fino que resultaba realmente sencillo de moldear. Jade realmente disfrutaba haciendo eso. Os contaré un secreto: desde pequeñas, ambas soñábamos con ser diseñadoras y tener nuestra propia marca de ropa. Era un sueño descabellado, pero creedme si os digo que podíamos conseguirlo. Estaba segura. Nuestros diseños eran muy buenos. Y Jade, además, tenía talento natural como peluquera. Mientras que a mí, por estar acostumbrada al manejo de los pinceles, se me daba mejor el maquillaje. En resumen, éramos un equipo perfecto.

En cuestión de media hora, mi pelo, antes desordenado y sin vida, se había convertido en una cascada de hermosos tirabuzones. Lo miré asombrada. Jamás dejaría de sorprenderme la capacidad de Jade para peinarme. Era como una especie de domadora de pelo experta. 

        - Quita, que me tengo que peinar -ordenó ella.

Me levanté automáticamente. Quedaban dos horas para salir de casa. Dos horas para maquillarme. No sé si habréis visto alguna vez un maquillaje de calavera del día de los muertos, pero, en pocos palabras, ya iba con retraso. 

Ambas comenzamos con nuestra frenética carrera por terminar a tiempo. No es que me entusiasmara mucho lo de ir a la fiesta, pero, sinceramente, quería ver las pintas que tendría Joe y Zack. Y, a quien quería engañar, me gustaba disfrazarme. No para salir a la calle a que todos me vieran, claro, pero me gustaba. En cuanto mi maquillaje estuvo completo, comencé con el de Jade. Sería algo simple, ya que llevaría un atifaz de cuero negro. Un poco de maquillaje oscuro en los ojos, barra de labios rojo intenso y un cutis completamente liso, y hecho. 

Justo antes de salir, y cuando ya me había enfundado mi mini-traje y mis botas de infarto, Jade me colocó el velo y las flores, formando una corona al rededor del mismo. Listo. Cogimos nuestros abrigos (en la calle hacía frio, ¿vale?), y yo eché al maletero mis converse. Un segundo después, estábamos en carretera. 

        - ¿Entusiasmada? -preguntó mi compañera, sonriéndo al volante.

        - No demasiado. Lo más interesante será ver cómo le sienta a Joe ir de pirata -comenté.

Jade se echó a reír y encendió la radio. Algo bueno de que condujera ella, era que siempre, siempre, siempre sonaba nuestra música favorita. Nuestras voces se alzaron por encima de la canción, gritando a pleno pulmón. La luz del crepúsculo entraba por las ventanas del coche mientras nosotras nos alejábamos de la ciudad. 

¿Cuándo fue la última vez que salimos de viaje las dos juntas? Solíamos escaparnos de vez en cuando al pueblo donde vivía el padre de Jade, cerca de la ciudad. Era un lugar pequeño y sin encanto, pero resultaba tranquilo y acogedor. Íbamos para pasar un par de días viendo películas, comiendo golosinas y dando paseos. La última vez que estuvimos allí, Vlad, el último ex de Jade, acababa de dejarla. De hecho, siempre que Jade cortaba con algún chico, íbamos allí. Y creedme, fuimos muchísimas veces por ese motivo. 

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora