Donde debo estar.

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De haber formado parte de una película, seguramente esa habría sido la escena en la que el personaje principal, debido a un tremendo shock, abre las manos sin querer, dejando que el objeto que en ellas porta caiga dramática y estrepitosamente contra el suelo. Pero ni yo era la protagonista de una película, ni tenía nada que dejar caer en las manos. Simplemente me limité a abrir los ojos con sorpresa y quedarme plantada en el sitio, observando el enorme casoplón que se alzaba justo frente a mí. 

        - Zack -balbuceé - ¿estás seguro de que esta es tu casa?

Él me miró y asintió, como preguntándose a que venía semejante pregunta. 

        - ¿Eres parte de la mafia o algo así? 

Entonces se echó a reír. "Bueno, me alegro de que te haga gracia, pero si nos hubieras dicho algo sobre que vivías en la casa de ricos, no me habría sorprendido". Además, ¿qué pintaba una casa como esa, de aspecto refinado y lujoso, en una ciudad tan pequeña como la nuestra? ¿Había más casa así cerca? Sería todo un descubrimiento. 

        - Anda, vamos adentro -dijo él cuando hubo terminado de jactarse de mi ignorancia.

Me pasó un brazo por los hombros y ambos caminamos juntos hasta la puerta. Una verja metálica, cuyos barrotes imitaban una enredadera, daba paso al jardín de la casa. Seguimos el camino de piedras claras que guiaban a través del cesped hasta una puerta de madera acristalada. Dentro, lo único en lo que pude pensar era en el dineral que debía de costar el mármol del suelo, o las vidrieras de algunos ventanales, o los cuadros que colgaban de las pareces, o lo muebles de aspecto moderno y lujoso... 

        - Ten cuidado, que te vas a dislocar la mandíbula -dijo él.

¡Mierda! Había tenido la boca abierta todo el rato. "Muy bien Vi, muy bien": Con un ligero roce, Zack posó sus dedos en mi barbilla, embujándo con suavidad hasta que mis labios volvieron a juntarse. Yo simplemente me quedé mirándole. Lucía una sonrisa que ya le había visto en varias ocasiones, una sonrisa que significaba que era genuinamente feliz.

Me guió hasta la cocina (llamarlo cocina era algo demasiado mundano para semejante obra maestra de la arquitectura y la decoración de interirores, pero no se me ocurría manera mejor de describirla) y me hizo tomar asiento.

        - Hoy estoy de un inusual buen humor, así que te voy a preprarar lo que quieras -dijo él mientras se ponía un delantal con estampado de nubecitas y se apoyaba en la isla en la que yo estaba sentada.

        - ¿Lo que quiera? - pregunté, alzando las cejas.

        - Lo que quieras -dijo él, abriendo los brazos, como diciendo "dame lo que sea y lo aceptaré". 

        - ¿Incluso helado?

        - ¿Quieres helado? -preguntó, con una sonrisa torcida.

Yo asentí con la cabeza, sonriéndo ante el entusiasmo de Zack.

        - ¡Pues un helado, marchando para la señorita! .dijo él, enérgicamente.

Dejé escapar una pequeña risita entre mis labios y me acomodé en mi asiento. Era realmente entretenido ver a Zack paseándose de un lado a otro , mirando libros de recetas y pringándose de los pies a la cabeza con los brebajes que preparaba. Por un momento, me olvidé de absolutamente todo lo malo, de todo lo complicado. Simplemente era feliz. 

Tras varios litros de leche desperdiciados, toneladas de azucar derramadas por un lado y otro, una pila interminable de cacharros sucios y todo un arcoiris de ingredientes, el helado casero estaba listo. Pero yo no era capaz de hacer otra cosa que no fuera reírme. Zack estaba hecho un asco, lleno de pringue por todos lados, con el pelo más revuelto incluso de lo normal, pero con una expresión de genuino orgullo dibujada en su cara mientras me ofrecía un bol enorme lleno del helado que había conseguido preparar. Parecía un niño pequeño enseñándole a su madre el dibujo que tan bien había hecho en el colegio. Casí podía ver sus ojos brillas, incluso estrellitas salir de ellos. 

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora