Cómo decir la verdad

709 40 4
                                    


- 19 de Julio de 2014 -


La habitación de Jade me recordaba, en cierto modo, a la mía. Las paredes estaban casi tan vacías como las mías, pero las cajas de cartón amontonadas a un lado indicaban que solo durarían en ese estado hasta que encontrara el momento de decorarla. Andy estaba acostada, parcialmente escondida bajo las sábanas, mientras yo preparaba un camastro en el suelo. Jade había insistido en dejar que me quedara con ellas y no había perdido la oportunidad de dejarnos en la misma habitación. Sin embargo, incluso con todas las sonrisas de momentos anteriores o las miradas cómplices cargadas de picardía, era consciente de cómo debían de sentirse al que su amiga dormía a tan solo unos metros, sin ser capaz si quiera de recordar sus nombres.

- ¿Estarás cómodo en el suelo? -preguntaba Andy desde lo alto de la cama.

Levanté los ojos para verla. Parecía una bolita de tela, con la sábana cubriéndole hasta la nariz y los rizos cobrizos asomando, esparramados sobre la almohada. No pude evitar sonreír.

- Por quinta vez, si. No te preocupes.

Ella se revolvió inquieta.

- El suelo no parece demasiado cómodo -dijo con la voz en un susurro.

- El sofá ya está ocupado, así que...

- ¡Por Dios, Zack! -exclamó, exasperada.

Escuché como se daba la vuelta, mirando para la pared. Volví a alzar la mirada. La sábana la cubría entonces hasta la frente, dejando solo a la vista su brillante y ligeramente enredado cabello.

- ¿Me vas a hacer decirlo en voz alta? -susurró. Yo guardé silencio, sin saber con exactitud a qué se refería. Al ver que no respondía, prosiguió: ¿Quieres dormir aquí, conmigo?

La sangre me subió rápidamente, como un torrente corriendo por mis venas. No negaré que me había pasado la idea por la cabeza, pero la había descartado tan pronto como acudieron a mi cabeza imágenes de carácter indecente. Sin embargo no sería capaz de decirle que no si era ella quién lo pedía. Así que con una sonrisa y de muy buena gana salté dentro de la cama. Andy se movió para mirarme y se acurrucó contra mi cuerpo. La herida del hombro me palpitaba de dolor, pero no me importaba nada en ese momento.

- ¿Qué vamos a hacer? -preguntó en un susurro.

No sabía realmente qué contestarle. Vincent era un hijo de puta y un bastardo, pero sin pruebas solidas de su culpabilidad, no podríamos mantenerlo realmente alejado de Andy. Jade había estado ausente desde el momento en que entró por la puerta, y tan pronto como cruzamos miradas supe que tenía algo importante que decirnos. Pero no era el momento, no con Andy delante, sin saber aún nada. De pronto fui consciente de que tendría que explicarle, más pronto que tarde, todo lo que ella desconocía: sobre Violetta, sobre sus padres biológicos, sobre Vincent... sobre ella misma. Quizás me odiaría después de eso, pero habíamos llegado al punto de no retorno. No había marcha atrás. No había huida posible.

- Mañana pensaremos en algo -contesté, ausente.

- ¿Me vas a explicar por qué conoces a la inspec... -hizo una pausa, pensativa -, Jade, y por qué parecía que todos tus amigos estuvieran esperándonos? ¿Y por qué parecían todos tan afectados?

- Mañana -repetí. Andy frunció los ojos y yo le devolví una sonrisa tranquilizadora -. Mañana te lo contaré todo. Solo déjame disfrutar de un rato de paz y tranquilidad contigo, ¿si?

Andy asintió, abrazándome con más fuerza que antes, aunque no parecía muy convencida. Traté de relajarme y alejar de mi cabeza los lúgubres pensamientos que me acechaban.

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora