La Tormenta.

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- ¿Qué tal te ha ido con Vii? -me preguntó Joe en cuanto llegué a la casa.

Me quité los auriculares. Greenday dejó de cantar boulevard of broken dreams para dejarme a solas con Joe. No pude evitar sonreír de oreja a oreja.

- ¿Bien? -insistió.

Yo me dejé caer contra la puerta del dormitorio. De fondo podía escuchar a su madre canturrear desde la cocina, preparando la cena para aquella noche.

- ¡Por el amor de Dios, Zack! ¡Habla de una puñetera vez! -exclamó.

Escondí la cara entre las manos y comencé a reír. Era tan feliz... Por fin, después de tanto tiempo, había conseguido que se fijara en mí. Me había besado. Me había dicho que me correspondía. No estaba del todo seguro de en qué punto nos dejaba todo aquello, pero estaba claro que habíamos avanzado en algo: definitivamente ya no éramos solo amigos.

- Me dejaste solo ante el peligro, traidor -dije.

- Es que sois los dos igual de lentos. Si no te doy yo la oportunidad, podríais estar así hasta que andaseis con taca-taca.

- Aún así, me has pillado a traición.

- ¿Pero ha salido bien o no?

Le miré por encima de las manos, pero sin apartarlas del todo de mi cara. No quería que me viera con la expresión de bobo descontrolado que debía tener en ese momento. Estaba seguro de que algo en mí recordaba al Joker.

- Oh Dios mío, ¡ha salido bien! -exclamó, alzando los brazos.

Recordé sus labios. Dios... eran tan maravillosos. Sabían a dulce de caramelo y vainilla. Era como saborear un helado. De hecho, todo en ella me encantaba. ¿Cuándo empezaría a gustarme?

El primer día que nos conocimos había pensado "¿cómo puede ser tan despistada?". En apenas unos minutos había conseguido tropezarse tres veces, y en más de una ocasión se quedaba mirando aparentemente a la nada. No era especialmente guapa, ni alta, ni habladora. Pero supongo que me resultaba interesante. Me encontré siguiéndola con la mirada por los pasillos, preguntándome en qué pensaría.

Descubrí varias cosas de ella en poco tiempo. "Le encantan las mariposas, como su nombre. Cuando mira al infinito, simplemente está pensando en algo con demasiada intensidad. Sus ojos no son exactamente negros, sino marrón muy oscuro. No se tiene en demasiada estima. Cuando dibuja, se abstrae por completo del mundo. Tiene una sonrisa preciosa". Poco a poco comenzaba a comprender lo que pensaba en cada momento, lo que la impulsaba a decir o hacer ciertas cosas que parecían aleatorias.

Y en algún momento comencé a ver en ella lo que veía en sus dibujos. Belleza. Porque ella no era especialmente guapa, pero era bella. Era hermosa. De pronto, todo en ello me resultaba mas hermoso que antes. Cualquier detalle merecía especial atención y estudio, como el aleteo de sus pestañas cuando quería pedir un favor, o la forma en que giraba ligeramente la cabeza cuando estaba confusa, o cómo se mordía el labio inferior si estaba muy concentrada en algo. Un día, en el cine, noté que me miraba con intensidad. Al principio, quise hacerme el tonto. Pero me parecía tan adorable que quise tomarle el pelo.

- ¿Qué pasa?

- Nada, es solo que... tenías una pestaña en la mejilla-me dijo ella, con la voz ligeramente temblorosa.

- Quítamela.

- ¿Qué? -parecía que le asustara tocarme. Y yo disfrutaba torturándola un poco.

- Que me la quites -repetí.

Había pensado simplemente chincharla un poco. Pero cuando sus dedos tocaron mi piel, me sentí estremecer. Creo que fue entonces cuando me di cuenta de que algo pasaba. Contuve el aliento y esperé a que ella retirara la mano para volver a respirar.

El club de los corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora